Editorial. El poder de las mujeres

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El viernes pasado, 8 de marzo, las mujeres volvieron a salir a la calle para reivindicar sus derechos, protestar contra el machismo, enfrentar la violencia que las somete y aniquila. La vehemencia de las manifestaciones no debería distraernos de lo evidente en que no se repara lo suficiente: la mujer es víctima en esta sociedad. Así lo prueban prácticas extendidas que parecen incontenibles: acoso sexual, acoso laboral, violaciones, discriminaciones, feminicidios. La retahíla es larga y exhibe una situación intolerable.

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El machismo de la sociedad por momentos se impone para vejar y volver a vejar a la mujer. El 8 M no es una celebración porque nada hay que celebrar frente a esta situación. El 8 M es una protesta porque de momento solo cabe la protesta. Pero la protesta misma ofrece elementos significativos: valentía, arrojo, responsabilidad. La libertad de las mujeres se abre paso a pesar de obstáculos y cortapisas. Ya nada detendrá un movimiento que llegó para quedarse para beneficio de toda la sociedad. La igualdad efectiva es un derecho fundamental que para las mujeres parece muy lejano. Sin embargo, hay avances que no se deben negar aunque sean insuficientes.

Llama la atención la importancia que la mujer ha adquirido en la vida pública, multiplicándose las candidatas a diputaciones y senadurías, alcaldías y gubernaturas, a la presidencia de la República. La cuota de género entreabrió un portalón que las mujeres han derribado a patadas. Quizás inició como concesión paternalista, pero hoy es una marea imparable que nos beneficia a todos. El protagonismo político de la mujer mexicana se debe a su trabajo, su esfuerzo, su preparación, su espíritu de superación. No ocupan esos lugares por ser mujeres, sino por estar altamente cualificadas.

Durante este sexenio, la oposición de denuncia y confrontación parlamentaria al gobierno la realizaron mujeres. No daré nombres porque podría olvidar alguno y sería una flagrante injusticia, pero fueron mujeres las que se enfrentaron al oficialismo con argumentos, críticas inteligentes, con mucho valor y un sentido profundo de responsabilidad. Siempre aparecía una diputada o una senadora cuando sus compañeros volteaban hacia otro lado. Una parte importante de la democracia mexicana está todavía de pie gracias a las mujeres como demuestra a diario la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. No se trata de estar en contra o a favor del gobierno, se trata de subrayar el arrojo y el compromiso de las mujeres mexicanas que empalidece la actitud con que los hombres ejercen esas responsabilidades.

De esta categoría humana y cívica hay numerosos ejemplos. Me quiero quedar con uno en concreto: la potosina Sonia Mendoza. Sonia anduvo su camino político en Acción Nacional. Ocupó todo tipo de cargos y responsabilidades: diputada local, diputada federal, senadora, presidenta estatal del partido, candidata a gobernadora de San Luis Potosí. Mujer de solventes competencias y habilidades políticas, siempre puso por delante su vocación de servicio a la ciudadanía a su ambición estrictamente personal. El PAN de San Luis dirigido por Xavier Azuara le cerró las puertas hace cuatro años, pretendió orillarla, reducirla a la irrelevancia.

El partido acosó a una mujer que había entregado una parte importante de su vida al blanquiazul y dueña de una invaluable experiencia política. Sonia Mendoza se reveló y abandonó el partido de toda su vida aunque su vida es el servicio a los ciudadanos. En la actualidad es candidata del Partido Verde a la alcaldía de San Luis Potosí. Sonia se enfrentó al aparto del partido en el uso de su libertad y responsabilidad para trabajar por su Estado y su ciudad. Como todas las mujeres que se manifestaron el 8 de marzo, Sonia Mendoza representa a cabalidad el valor y la valentía de la mujer, el poder de las mujeres.

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