Editorial. Javier Milei gana las elecciones

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Ganó Javier Milei la presidencia de Argentina frente al peronista Sergio Massa. La diferencia no fue menor, más de 10 puntos, 56% a 44% en números redondos, que en Argentina se ha calificado como “paliza histórica”. No deja de ser interesante fijarse en los pronósticos de las casas encuestadoras previas a la jornada de votación. Habitualmente la distancia entre ambos candidatos se reducía a tres puntos, más o menos. Los porcentajes arrojan nuevamente las dudas que despiertan las encuestadoras. Desde hace ya tiempo, las mediciones suelen fallar de manera estrepitosa. Hay que plantearse si estos errores son en realidad errores u obedecen a algo más. No es verosímil que la mayoría de casas de encuestas se equivoque tanto durante tanto tiempo, no ya en Argentina, sino en América Latina. Hay que descartar, desde luego, a aquellas empresas que trabajan para candidatos que siempre cocinan los resultados a conveniencia. Pero sorprende que aquellas otras que se juegan prestigio y competitividad no terminen de proporcionar resultados ajustados a la realidad. Algo pasa que quizás se relacione con el método o con que los ciudadanos ya no dicen la verdad a la hora de expresar su elección. 

Da la impresión de que la ciudadanía esconde su preferencia. En el caso de los comicios argentinos, se agregó un factor significativo: el pacto entre Juntos por el Cambio de Patricia Bullrich y la Libertad Avanza de Milei que supuso que éste recibiera los votos de aquél. Quizás las encuestadoras no tuvieron tiempo de medir este traslado de votos porque votantes de Bullrich decidieron a última hora el voto por Milei. De cualquier manera, las encuestas han vuelto a fallar generando desconfianza respecto de los resultados de las mediciones. Esta situación abre otras expectativas en relación con futuras elecciones. El resultado es una incógnita despejada el mismo día de la votación, que exhibe que cualquier elección es en la actualidad imprevisible. Hasta el último momento se antoja imprudente aventurar resultados. Esta observación puede aplicarse a las elecciones de 2024 en México. Nada está escrito hasta que lo está. Claro, durante estos meses nos enfrentaremos a todo tipo de propaganda con apariencia de encuestas que se inclinarán hacia una candidata u otra. Las encuestas como instrumento de medición para orientar el voto a favor o en contra, para animar o desalentar, en todos los casos para condicionar. 

El bosque de encuestadoras dificulta detectar la que mejor mide preferencias electorales. Una vez pasadas las elecciones suelen reivindicarse las que pronosticaron con precisión los resultados, pero es una valoración posterior que no resulta indicativa antes de la cita electoral. Hay que repensar las encuestas. De momento estamos ciegos ante los porcentajes que proporcionan porque los resultados los desmienten. En México puede pasar cualquier cosa en las elecciones presidenciales independientemente de lo que señalen las casas encuestadoras. Al final, la decisión del voto es individual que es la única que en verdad define una elección y que no detectan las encuestas.

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