El Museo Magnin gana popularidad por la polémica

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Tras la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos y la controversia en torno a la representación de El festín de los dioses, el museo ubicado en Dijon ha recibido a miles de visitantes

El Museo Magnin, una joya cultural en el este de Francia, ha visto un inesperado aumento en su notoriedad gracias a la reciente ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París. El motivo: una escena del espectáculo que provocó controversia y desató una ola de visitas virtuales al pequeño museo que alberga la obra que inspiró el momento polémico.

La escena en cuestión, protagonizada por el actor y cantante francés Philippe Katerine disfrazado del dios griego Dionisio, y acompañada por drags queens y la DJ Barbara Butch, se desarrolló en un festín que ha sido erróneamente asociado por algunos críticos con La última cena, de Leonardo da Vinci. Sin embargo, el verdadero referente de la escena es una pintura del siglo XVII titulada El festín de los dioses, del pintor barroco neerlandés Jan Hermansz van Biljert.

«Nuestro sitio web se disparó. Pasamos de unos 150 visitantes a 150 mil de un día para el otro», comentó Leslie Weber-Robardet, encargada de comunicación del Museo Magnin. Este notable incremento en la actividad digital del museo se debe a la confusión generada por la representación visual durante la inauguración de los Juegos Olímpicos, que fue interpretada por algunos sectores conservadores como una referencia a La última cena.

La controversia se intensificó con críticas de políticos y figuras de la extrema derecha, que vieron la escena como una ofensa religiosa, llevando incluso a la pinchadiscos Barbara Butch a presentar una denuncia por ciberacoso, amenazas de muerte e injurias públicas.

Thomas Jolly, director artístico de la ceremonia olímpica, ha defendido la visión detrás del espectáculo, afirmando que la inspiración provino de un «gran festival pagano conectado con los dioses del Olimpo», en completa concordancia con la obra de Van Biljert. Esta aclaración busca despejar las malinterpretaciones y enfatizar la intención artística detrás de la representación.

El repentino interés en el Museo Magnin ha mostrado el impacto cultural de los eventos globales y cómo un incidente puede llevar a una mayor apreciación de tesoros artísticos menos conocidos. Mientras la controversia sigue su curso, el museo en Dijon se convierte en un punto focal para los entusiastas, no todos interesados por el arte, pero que buscan conocer o tomarse la selfi con El festín de los dioses.

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