A un mes de las elecciones al parlamento europeo, a celebrarse entre el 6 y 9 de junio, la migración vuelve a situarse como asunto central.
La Unión Europea (UE) muestra recelo y desconfianza ante la amenaza de nuevos flujos migratorios procedentes de África. El antecedente de 2015, cuando se descontroló la llegada de migrantes a países europeos, opera como alerta frente a lo que puede suceder. Hay que recordar que la Unión Europea pactó con Turquía para que actuara como cortafuegos para contener la inmigración de un millón de personas.
El acuerdo con Turquía abrió expectativas dirigidas a que otros regímenes autoritarios, violatorios de los derechos humanos, actuaran como el país otomano. A la lista se suman Mauritania, Marruecos, Túnez y Libia. El último en agregarse ha sido Líbano. El apoyo de la UE asciende a 1.000 millones de euros, a pagar en los próximos tres años, con objeto de evitar que refugiados sirios lleguen a territorio europeo.
La dramática situación no escapa a los vecinos que aprovechan la debilidad de la UE para sacar beneficios económicos a cambio de detener en sus fronteras a los migrantes. La estrategia se ha vuelto en contra de Europa. Cuando Marruecos, Bielorrusia o Turquía lo consideran oportuno abren sus fronteras para chantajear con nuevas ayudas económicas a la UE.
En 2004, desde Bruselas se impulsó la Política Europea de Vecindad (PEV), integrada por 16 naciones: Argelia, Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Egipto, Georgia, Israel, Jordania, Líbano, Libia, Marruecos, Moldavia, Siria, Palestina, Túnez y Ucrania. El PEV promueve acuerdos bilaterales con estos países y una lejana integración vecinal mediante el fomento de la democracia y la estabilidad económica.
La política migratoria de la Unión Europea ha cambiado en los últimos años. En estos momentos, maniobra para que refugiados y migrantes se mantengan en sus territorios de origen o, en todo caso, en los de los países de acogida. Ha cambiado la política anterior destinada a una relativa integración de proximidad.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, visitó recientemente Beirut sin hablar a las claras de la compleja situación. El eurodiputado alemán, Udo Bullaman, criticó la actitud de la funcionaria: “Regar con dinero a los dictadores no conducirá a los resultados esperados por la señora Von der Leyen. Los acuerdos con los países vecinos solo son razonables si existe una condicionalidad para el respeto y la defensa de los derechos humanos. Además, se necesitan urgentemente vías legales para la migración regular, con el fin de evitar los dramáticos desastres en nuestras fronteras europeas”. Y prosigue: “el plan de acción que está llevando la Comisión Europea parece bastante claro: transformar la UE en el Banco Mundial de las Dictaduras y los regímenes autoritarios para externalizar su política migratoria y evitar que los inmigrantes entren en la Fortaleza Europea que está construyendo, por todos los medios necesarios.
El contexto actual de la Unión Europea es delicado: hambrunas, sequías, la región del Sahel en conflicto y las guerras de Ucrania y Gaza asedian sus fronteras, además de la inestabilidad política de países colindantes. Los vecinos de la Unión Europea advierten su debilidad y están dispuestos a sacarle el máximo provecho económico por cualquier medio recurriendo incluso al chantaje y la extorsión.