Chesterton y la barbarie

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La barbarie es la amenaza más real de la civilización siempre en guardia ante la barbarie. La
civilización exhibe una ejemplaridad que debería adoptarse como objeto de cualquier sociedad.
La civilización es inseparable de la cultura que opera como su expresión cabal. Una civilización
se tambalea cuando su autoridad moral no es reconocida, cuando se cuestionan sus valores,
cuando sus principios se critican. Al perder la centralidad se traslada al margen, reducida a la
irrelevancia independientemente de sus aportaciones. Uno de los deberes de una civilización es
la defensa de principios y valores en que reside su autoridad a contrapelo de arremetidas en su
contra. G. K. Chesterton firmó el opúsculo The Barbarism of Berlin en 1914 — traducido al
español con el título El concepto de barbarie en 1915, con prólogo de Miguel de Unamuno—, que
recogía algunos ensayos publicados sobre la Gran Guerra, en contra del pacifismo y la tiranía
representada por Prusia.
El autor afirma que era un enfrentamiento “de civilizaciones y religiones, para
determinar el destino moral de la humanidad”. Lo que se dirimía en las trincheras del Marne y
Somme no era la victoria de una parte de Europa sobre otra, sino el triunfo de la tiranía sobre
la libertad, de una moral opresora sobre una moral liberal. Para Chesterton era obligación de
los países aliados garantizar la libertad mediante las armas puesto que Alemania representaba
no “una civilización accidentalmente imperfecta, sino algo deliberadamente antitético a la
civilización y enemigo de ella, algo que ha declarado la guerra a los principios que han hecho
posible hasta hoy día la existencia de la sociedad humana”. El británico emplaza la libertad en
el centro de todo proceso civilizatorio, de manera que cualquier fuerza que la arriesgue lo
condena. En su opinión, el enemigo de la civilización es el “bárbaro positivo” o “bárbaro
moderno”, aquel que se confunde “superficialmente con las tendencias de su época. Su
peculiaridad es que cree estar en posesión de un principio nuevo y trata de imponerlo a todo el
mundo. En realidad, lo que tiene no es más que una falsa generalización, que trata de hacer
realmente general”. La imposición de un principio en contra de la voluntad de una sociedad
abole la libertad de esa sociedad. La violencia cometida responde con frecuencia al fanatismo
que cercena a la fuerza la libertad del otro. La anticivilización se sofistica para presentarse
como lo que no es aunque acabe siendo lo que es. El conflicto no reside sólo en defender la
imposición sobre el derecho, sino en eliminar cualquier derecho a nombre del deber arbitrario.
Formula también el concepto de bárbaro moderno: “La definición del verdadero
salvaje no consiste en que este sea aficionado, más que otras tribus, a torturar a sus prisioneros
de guerra o a los extranjeros que caen en sus manos, sino en que se ríe cuando hace daño y
aúlla cuando lo recibe”. Da la impresión de que los salvajes positivos no dejan de aumentar
adoptando diferentes formas y proclamas en diversas regiones y naciones. Urge defender la
civilización en contra de sus enemigos con firmeza. Extraviada la libertad, se obstaculiza el
acceso a la verdad cuya ausencia inicia inevitablemente la decadencia.

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