Se cumplen dos años del inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania o de la invasión de Ucrania por Rusia o de la resistencia de Ucrania a la agresión de Rusia. Sin importar el membrete, la contienda bélica exhibe una singularidad respecto de otras inmediatamente anteriores y simultáneas. Las causas de los conflictos contemporáneos se deben al terrorismo y lo asociado con la seguridad como la explotación de recursos naturales que subyace a los enfrentamientos en repúblicas africanas, la crisis entre Palestina e Israel o la campaña de Afganistán, el imperialismo de la intervención en Irak. La declaración de guerra de Vladimir Putin a la Ucrania de Volodímir Zelenski es de naturaleza próxima a la segunda guerra mundial en que predominó un fuerte componente nacionalista.
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Todo indica que el nacionalismo exacerbado es el origen de esta confrontación que ha sorprendido a Occidente. El inicio de la guerra generó perplejidad tanto en la Unión Europea como en Estados Unidos. En realidad, el conflicto había estallado años antes y solo hace dos se sobredimensionó. El anexionismo ruso se enfoca en el Dombás. Esta región había votado mayoritariamente la integración en la República Ucraniana en el referéndum de independencia de 1991. Una profunda crisis económica a mediados de los años noventa detonó el acercamiento de la población, que seguía hablando ruso en lugar de ucraniano, a Rusia. En abril de 2014 inició el conflicto armado entre fuerzas separatistas prorrusas del Dombás y el gobierno de Ucrania que cesó en febrero de 2022.
En abril de 2022 el ejército ruso comienza la invasión de Ucrania. La movilización había sido precedida de la anexión de Crimea a Rusia y de la declaración de independencia de la República Popular de Lugansk en abril de 2014 y en mayo de ese año la de la República Popular de Donetsk ante la impotencia de Kiev.
Con estos antecedentes, Putin legitima su intervención militar con objeto de apropiarse del Dombás y asegurar la península de Crimea con acceso al Mar Negro y Mar de Azov. Rusia denomina al conflicto la batalla de liberación del Dombás. La guerra entre ambos países ha pasado por diferentes etapas en estos dos años. En ocasiones, Ucrania resistía al avance de las fuerzas rusas, contratacando con eficacia; en otras, los rusos imponían su superioridad en recursos humanos y materiales.
En estos momentos, Kiev es incapaz de oponerse al adversario. Dos causas explican el hundimiento del frente y la incapacidad de resistir. La industria armamentística de la Unión Europea no puede aportar suficientes municiones a la armada ucraniana y el Congreso de Estados Unidos retiene la aprobación de ayuda militar a la joven nación. Los países europeos sancionaron a Rusia a comienzos del conflicto, pero esas sanciones han resultado contraproducentes porque Putin cortó el suministro a Europa de recursos energéticos imprescindibles como el gas. Esta tesitura genera debates al interior de la Unión y paraliza el envío de equipo bélico. El congreso de Estados Unidos por cuestiones políticas internas aplaza el socorro a Ucrania. El conflicto entre Hamas e Israel también ha desviado la atención de ese conflicto perdiendo protagonismo e interés.
Ucrania está sola. Rusia golpea insistentemente con su artillería y fuerza aérea objetivos estratégicos. Ambos bandos han perdido muchas vidas. Parece que ya pasó la estrategia de desgaste. Rusia está decidida a tomar Kiev y todo indica que entrará en sus calles dentro de poco. La presencia del ejército de Putin en Ucrania implica riegos para otros países de la zona: Finlandia, Polonia y las repúblicas bálticas. El nacionalismo detonó una guerra que amenaza con expandirse a otras naciones. Al inicio del conflicto, Europa y Estados Unidos reivindicaron la libertad de Ucrania y le prometieron su apoyo incondicional. Ahora miran a otra parte. La paciencia de Putin y su conocimiento de Europa es al final el factor que está decidiendo el desenlace.