Bansky, furtivo

Fecha:

El misterio multiplica la curiosidad, el enigma promueve el interés. Pocas estrategias más efectivas que un supuesto anonimato sobre seis letras: B-a-n-s-k-y. Una vez que su arte comenzó a decorar paisajes urbanos se iniciaron pesquisas para desvelar su inquietante identidad. Especulaciones atribuyeron nombres al seudónimo: Robin Gunningham, Robert del Naja, Maître Casson, Neil Buchanan. Por momentos se antoja que el desvelamiento de la identidad otorga mayor calidad a la obra o la transformará en otra cosa o agrega nuevo valor. Pero no parece que vaya a suceder nada de esto puesto que la obra siempre se ofrece para quien la contempla independientemente de la identidad del seudónimo que, sin embargo, lo dota de identidad. Diversas noticias sobre la biografía del artista amenazan el misterio. Se conjetura que Bansky nació en la década de los setenta, británico originario de Bristol que acostumbra a pintar de madrugada con frecuencia en espacios públicos. Escasa información que añade paradójicamente enigma al secreto. Conviene precisar además que en el mundo del arte urbano y callejero, del aerosol y grafiti, las firmas de los autores cambian a celeridad, lo que dificulta la identificación. Al misterio de la persona oculta tras Bansky se añade el de la posibilidad de otros seudónimos y otras obras debidos al mismo talento.  

Sus propuestas se adhieren a la consigna del propio artista: “El arte debe confortar lo perturbado y perturbar lo confortable”. La polémica cohesiona su pintura satírica e irreverente: “Los mayores crímenes del mundo no son cometidos por las personas que violan las reglas, sino por las personas que las siguen”. Sus obras adornan calles, plazas y paredes de Inglaterra, Francia, Australia, Estados Unidos, Gaza, España. Entre estas sobresalen Girl with Balloon (2002), Kissing Coppers (2004), Soldier Throwing Flowers (2005), Guantanamo Bay Prisoner y Stop and Search (2007), Shop until You Drop (2011), Toxic Rat (2012).  

Artista furtivo, destaca por subvertir el statu quo, disentir frente a las convenciones, incomodar a las conciencias, pero también hacia el arte mismo adoptando materiales y técnicas del arte urbano como plantillas, estarcidos y grafitis. Desde el margen del mural coloreado con aerosol, ha situado la pintura callejera en la centralidad. Su crítica no solo se dirige a la política y la moral, sino de manera acusada hacia el arte de minorías transformando sus ejecuciones populares también en minoritarias de acuerdo con criterios comerciales. El mercado absorbe las propuestas de Bansky y las eleva a exclusividad debidamente cotizadas. La maniobra exhibe el fracaso de una revolución inscrita en la actualidad en la modernidad estética. Unas líneas de El francotirador paciente (2013), de Arturo Pérez Reverte, exponen el conflicto irresoluble: “en una sociedad que todo lo domestica, compra y hace suyo, el arte actual sólo puede ser libre, el arte libre sólo puede realizarse en la calle, el arte en la calle sólo puede ser ilegal, y el arte ilegal se mueve en un territorio ajeno a los valores que la sociedad actual impone”. Pues ya tampoco. No es la sociedad la que impone sus valores sino el mercado el que impone sus valores a la sociedad. Nada escapa a la voracidad del mercado que eleva lo suburbial a canónico no en virtud de su calidad, sino de su cotización. La epatante rebeldía del arte de Bansky es ahora un epígrafe en los manuales de la más estricta urbanidad.

spot_img

Compartir noticia:

spot_img

Lo más visto