Henry Kissinger, el estadista amoral

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Hace unos días murió centenario Henri Kissinger, judío nacido en Alemania, después de una vida al servicio del gobierno de Estados Unidos hasta convertirse en emblema del estadista, en metonimia de hombre de Estado. Kissinger representa al político pragmático reactivo a que escrúpulos morales interfirieran en su misión siempre en beneficio del gobierno al que servía. El estadista siempre priorizó su servicio al país por encima de sus propios intereses, prejuicios o juicios, pero también por encima de los intereses, juicios y prejuicios de los demás. Nunca fue un soñador y si alguna vez lo fue supo matar convenientemente sus sueños en función de un pragmatismo irrenunciable. El expresidente de Colombia, Juan Manuel Santos, cuenta una anécdota ilustrativa. Estando en Oslo, al recibir el premio nobel de la paz, se encontró con Kissinger al que confió que su país iba a reconocer el Estado de Palestina. A lo que éste contestó “¿para qué?” Para el estadista los gestos morales eran irrelevantes. Kissinger representa el pragmatismo de la realidad geopolítica frente a las exigencias de la paz. En su cabeza, la paz era también obstáculo en caso de entorpecer la resolución de un conflicto internacional. Christopher Hitchens enumera en Juicio a Kissinger una serie de acusaciones en contra del político: conspiración para cometer asesinatos y torturas, delitos contra el derecho internacional, crímenes contra la humanidad. Todo esto se integra en el manual de actuación de lo que denomina “las hienas del poder”, a lo que Kissinger agrega la política criminal como repuesto de la política sucia.

Encaminó parte de sus esfuerzos a la consecución de tres objetivos principales: la apertura de la China comunista, la relación pacífica con la URSS y la humanización de las relaciones entre el mundo árabe e Israel. Otro asunto polémico es su interés en los derechos humanos. En su libro Diplomacia, Kissinger registra una visión del gabinete de Ronald Reagan completamente opuesta a la suya: “Para lograr esta inversión de papeles utilizó como vehículo ideológico la cuestión de los derechos humanos, que Reagan y sus asesores invocaron para tratar de socavar el sistema soviético”. Para el internacionalista, los derechos humanos merecen consideración si demuestran valor instrumental, en caso contrario son perfectamente prescindibles. La historia reciente de Chile exhibe doble visión: Kissinger apoyó el golpe militar de Pinochet, mientras que el gobierno de Reagan obligó al general a celebrar el referéndum que supuso el fin de la dictadura.

El fallecimiento de Kissinger puede significar también la muerte del imperialismo norteamericano. Su conocimiento, compromiso e implicación en todas las causas internacionales al servicio de EEUU le valió ser consejero principal de 12 presidentes. En sus años finales, el aspecto de abuelo bonachón no debería distraer su responsabilidad en eventos y maniobras violatorias de todo tipo de tratados internacionales. Su amoralidad (falta de escrúpulos, ausencia de limitaciones morales, carencia de principios éticos) es imitada en la actualidad por China y Rusia, principales adversarios de EEUU. Kissinger fue enemigo de la paz y por su causa muchos seres humanos no disfrutaron en vida de la paz que les correspondía y que les negó.

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