¿Y si te roban la cara? El riesgo silencioso de la CURP biométrica

Fecha:

Hay decisiones que cambian el rumbo de un país. Algunas se anuncian con bombo y platillo, otras se filtran poco a poco, disfrazadas de innovación, eficiencia y modernidad. La CURP biométrica pertenece a ese segundo grupo: una bomba envuelta en discurso tecnológico.

¿Qué es la CURP biométrica?

Una CURP que no solo lleva tu nombre, sexo y fecha de nacimiento, sino también tus huellas digitales, rostro, iris e incluso voz. Todo en una sola base de datos. Un identificador total.

Suena cómodo: “te va a ahorrar trámites”.
Suena seguro: “el gobierno te va a identificar mejor”.
Suena inevitable: “el futuro ya está aquí”.
Pero no suena lo más importante: ¿quién va a proteger esa base de datos? ¿Y qué riesgos estamos aceptando al entregarla?

¿Qué datos se van a capturar?

La respuesta aún no es clara. Y eso es lo primero que debería alarmarnos. Porque en los círculos técnicos, lo que se discute ya no es solo huellas o rostro. También se habla de reconocimiento por voz, escaneo de iris, e incluso mapeo facial en 3D.

Hoy tú usas tu voz para entrar a tu banco. Usas tu rostro para desbloquear el celular. Usas tu huella para acceder a un edificio.
Cada uno de esos datos es una «llave» distinta.
La CURP biométrica las pondría todas juntas… en una única cerradura digital.

Y si esa cerradura se rompe —si se filtra esa base de datos—, no puedes cambiar tu cara. No puedes cambiar tus huellas. No puedes cambiar tu voz.
Te pueden robar la identidad para siempre.

“Pero no va a ser obligatorio”

Eso es lo que nos han dicho. Pero la historia en México nos ha enseñado otra cosa: lo que no se impone por ley, se impone por sistema.

No necesitas multar a alguien para que termine cediendo. Solo basta con que, para rentar una casa, sacar un crédito, viajar, renovar un contrato o acceder a un trámite del gobierno… te pidan esa CURP biométrica.
Y así, sin darnos cuenta, habremos construido un sistema obligatorio sin llamarlo así.

¿Y la seguridad?

Aquí es donde todo se pone realmente oscuro. Porque no estamos hablando de teorías, sino de hechos.

  • En 2016, se filtró la base de datos del INE con millones de registros.
  • Meta, Google, Equifax, incluso instituciones militares de EE.UU. han sufrido filtraciones de datos masivas.
  • México ha tenido filtraciones de la Sedena con documentos sensibles (caso Guacamaya Leaks).

Si las entidades con mayor presupuesto y encriptación del mundo han sido vulneradas, ¿qué garantiza que los datos de todos los mexicanos estarán seguros en una infraestructura gubernamental con antecedentes de negligencia y opacidad?

Nada.

Y eso es lo que más debería preocuparnos:
la soberbia con la que se está diseñando un sistema nacional de identificación sin debate público, sin transparencia, sin límites.

Esto no es paranoia. Es prevención.

El riesgo no está en lo que el gobierno “quiere hacer”.
El riesgo está en lo que puede pasar cuando un sistema así existe, cuando la información ya está reunida, cuando las intenciones cambian, o cuando los sistemas fallan.

Porque los gobiernos cambian.
Porque los sistemas se hackean.
Porque los datos no se pueden des-hackear.

¿Qué sí debería pasar?

  • Que se descentralice la información. Ninguna institución debería tener todos los datos biométricos de una persona.
  • Que se garantice por ley el consentimiento informado. Y que no haya represalias económicas o administrativas por no registrarse.
  • Que exista una auditoría técnica independiente, con participación de expertos y ciudadanía, sobre los protocolos de seguridad.
  • Que se abra una discusión pública, seria y plural, antes de aprobar esta medida.

La CURP biométrica no es solo un trámite.
Es una puerta.
Y una vez que la abramos, no vamos a poder cerrarla.

No se trata de tener algo que esconder.
Se trata de tener derecho a guardar quiénes somos.

spot_img

Compartir noticia:

spot_img

Lo más visto