¿Puede ganar Xóchitl?

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Hoy día muchas personas consideran que la victoria electoral de Claudia Sheinbaum ya está cantada. Esto obedece a la narrativa impulsada desde el gobierno que dispersa por todos los medios posibles la idea de que ese triunfo es prácticamente un hecho, basando esta afirmación en encuestas que le dan una ventaja de hasta 30 puntos.

Sin embargo, hay que tener en cuenta dos cosas. Primero, que muchas de las encuestas que circulan en la opinión pública en realidad no están respaldadas por un trabajo serio, sino que funcionan como instrumentos de propaganda a favor de quien las paga. Pero suponiendo que fuesen reales, lo cierto es que las encuestas, por definición, exponen el pasado, son la fotografía del día en que fueron levantadas, y nunca un pronóstico. Por eso hemos visto tantas veces, en diversas campañas, una gran diferencia entre los números de las encuestas y los resultados electorales. Un caso muy reciente es el de Argentina, donde ninguna encuesta se acercó a lo que fue el resultado final. Y en México ni se diga, recordemos un par de ejemplos:

1) El caso de las elecciones del año pasado en el Estado de México en que, de más de 20 encuestas registradas ante la autoridad electoral, solo una se acercó a lo que fue el resultado real; en tanto que las demás, en su mayoría, le daban más de 20 puntos de ventaja a la candidata que ganó solo por 8 puntos, es decir, se equivocaron por 12 puntos; y

2) El caso paradigmático de la alcaldía Álvaro Obregón de la Ciudad de México en que, en 2021, las encuestas decían que Lía Limón estaba 30 puntos abajo, y ganó por 21 puntos, es decir, las encuestas erraron por 51 puntos.

Muchos otros ejemplos podrían traerse a colación, porque son muchos más los casos en los que las encuestas no terminan reflejando el resultado final que aquellos en los que sí lo anticipan. Y esto no es solo porque muchas de ellas no respondan a un trabajo serio que las respalde y se usen solo como propaganda, sino por algo más de fondo: Alrededor del 60% de las personas que acuden a votar, deciden el sentido de su voto durante la campaña, y de hecho, la mitad de estas, lo hacen ya en la semana previa a la jornada electoral o incluso estando frente a la boleta electoral.

De esta manera, es imposible que una encuesta de hoy, refleje lo que va a pasar el 2 de junio, cuando la campaña apenas empezará el próximo 1 de marzo. Si alguna llega a hacerlo será por chiripa. Vaya, si las encuestas que ponen a Sheinbaum con 30 puntos de ventaja fuesen una proyección certera, ello implicaría que obtendría alrededor de 37 millones de votos, cuando López Obrador en su momento, en un hecho inédito, obtuvo 30 millones, y francamente, se antoja sumamente improbable que Sheinbaum pueda superar a Obrador.

Dicho lo anterior, el segundo aspecto a tener en cuenta son datos duros. Uno de los efectos de la polarización impulsada por el obradorismo, es que ha generado una marcada distinción entre las simpatías políticas de los distintos estratos socio-económicos del país.

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Así, en términos generales, la base de la pirámide socio-económica tiende a apoyar al oficialismo (ahí están las personas que reciben un apoyo vía programa social y a las cuales ese apoyo les significa una diferencia sustantiva en su estilo de vida), en tanto que, la clase media y alta de la pirámide, tiende a preferir a la oposición. Pues bien, hoy por hoy, el listado nominal de electores contiene unos 97 millones de personas, de las cuales, aproximadamente 51 millones de personas pertenecen a la base de la pirámide, mientras que unos 46 millones están en la clase media y alta.

La cosa es, que los niveles de participación de esos dos estratos son distintos: el segmento de la basa de la pirámide, participa en niveles del 54%, en tanto que la clase media y alta lo hace en un 63%. Si hacemos las matemáticas, ello significa que acudirán a votar unos 27.5 millones de personas de la base de la pirámide, y unos 29 millones de la clase media y alta.

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Claro, falta ver qué efecto divisor tenga Movimiento Ciudadano, que obtuvo un millón de votos en la elección presidencial de 2018, y 3.5 millones, en la intermedia de 2021; votos que ahora no sabemos bien a bien si le restan más al oficialismo, o a la oposición, pero como sea, lo que quiero dejar en claro es que la moneda está en el aire, es falsa la narrativa triunfalista del gobierno, y por supuesto que Xóchitl Gálvez puede ganar, y la clave de su éxito está en ampliar los niveles de participación de la clase media.

Por Marcos Pérez Esquer
@PerezEsquer

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