Ortodoxia, heterodoxia

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La modernidad o quizás su discurso desterró nociones como ortodoxia y heterodoxia, que pervivieron paradójicamente en las ideologías, esas modernas religiones laicas. El discurso hegemónico moderno se consolida en la segunda mitad del siglo XIX una vez arrumbado el discurso católico, dominante hasta entonces. Gabriel Zaid indica que ese desplazamiento suburbial no supuso su desaparición, sino un periodo de espera para subirse a su vez a la locomotora de la modernidad como discurso moderno y no como discurso católico aunque no abdique de su catolicismo. Contribuyeron a este proceso movimientos liberales heterodoxos dentro de la Iglesia como el grupo integrado en torno a la revista L’Avenir (1830-1831), condenado de manera muy ortodoxa por Gregorio XVI. En México, a partir de la República Restaurada (1867), los católicos, identificados como conservadores, se retiran de escena en reacción al triunfo de la facción liberal. Esta previsible maniobra se entiende desde el respeto a la ortodoxia que considera heterodoxo todo lo demás. Pero la desviación se antoja menor cuando la denuncia procede del margen y no de la centralidad. El discurso católico pierde protagonismo para transformarse en residual siendo estrictamente ortodoxo, pero ya irrelevante para el pensamiento moderno. La modernidad misma rescata al catolicismo de esa postración intelectual a partir del pontificado de León XIII a quien se deben dos encíclicas decisivas: Libertas (1888) y Rerum Novarum (1891). La primera es una mirada comprensiva de la libertad; la segunda representa el inicio de la Doctrina Social de la Iglesia como respuesta al denso ambiente contestatario del periodo.

La modernidad abolía las fronteras entre discursos, acogía la pluralidad, defendía la diversidad a condición de que tales discursos fueran modernos sin importar origen y procedencia. No sin heterodoxia, Chesterton concentraba la ortodoxia en el Credo de los apóstoles. El discurso moderno disuelve los conceptos de ortodoxia y heterodoxia, puesto que la ausencia de directrices es directriz exclusiva. Zaid subraya que igualmente decisivo fue el aliento de León XIII para que los fieles tomaran la palabra. Ya no lo hicieron solo como católicos, sino como ciudadanos en que lo significativo era el discurso moderno formulado por católicos que habían retirado el discurso católico de la vida pública. Un discurso es expresión de una atmósfera social, política y cultural. Ese discurso siempre en deuda con esa atmósfera no implica comunión con el ideario que lo articula. Pero es necesario conocer el discurso que vehicula las ideas, bien para rechazarlas, bien para adoptarlas. A diferencia del ideario excepto flexible y maleable, el discurso es elástico, ajustado a una crítica que lo debate en primera instancia con objeto de polemizar con las ideas que encauza. Se pueden contener las ideas, pero parece improbable evadirse de un discurso dominante. En cierta manera, la heterodoxia al socorro de la ortodoxia que liquida la dicotomía en el discurso moderno. Lo que para la modernidad era un todo, exigía discernimiento para la Iglesia.

​La encíclica de Pío X, Pascendi (1907), formula una condena en firme del llamado modernismo teológico. Definido como “la herejía de todas las herejías”, cuestiona el origen divino de la Iglesia. Para varios autores, con el papa santo desaparece la bonanza representada por León XIII. En realidad, la censura de Pío X se dirigía a las ideas de un modernismo parcial, no apto para comprender en su totalidad la atmósfera modernista, relativo a las tesis incluidas por el teólogo Alfred Loisy en El evangelio y la Iglesia (1902), conocido como el libro rojo por el color de la cubierta. La condena desde la doctrina de una heterodoxia ajustada a un discurso modernista cuyo referente era particular. La aceptación del discurso moderno por parte de católicos rehabilitó el catolicismo mexicano como alternativa política moderna cuya consecuencia fue la creación del Partido Católico Nacional (1911-1914). A primera vista, heterodoxia y ortodoxia se habían disuelto en la licuadora de la modernidad.

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