Aunque usted no lo crea, el gobierno morenista de la Alcaldía Venustiano Carranza, en la Ciudad de México, le rinde honores a un genocida. Como lo oye, apenas ayer me he llevado la enorme sorpresa cuando me dirigía al aeropuerto de la Ciudad de México para viajar a Sonora, y me encuentro en pleno Circuito Interior -en la parte denominada Circuito Bicentenario-, una estatua de reciente colocación representando a Soekarno, el primer presidente de la República de Indonesia.
Intrigado por la presencia del nuevo monumento, indago en internet, y doy con que el 27 de septiembre de 2019 esa Alcladía capitalina en convenio con la embajada en México de la República de Indonesia, inauguraron la remodelación de ese espacio público al que decidieron nombrar como Parque Soekarno, para honrar a este personaje colocando ahí su estatua de cuerpo entero.
Hasta ahí todo parecería normal, pero lo que el entonces alcalde de Venustiano Carraza, el morenista Julio César Moreno Rivera, no tuvo en cuenta, o no le importó, es que Soekarno (también llamado Sukarno), es el autor del “genocidio indonesio”, un conjunto de masacres ocurridas entre 1965 y 1966 en las que diversas fuentes estiman que habrían sido asesinadas, en purgas masivas, entre 500,000 y 1´000,000 de personas, en lo que constituye una de las más grandes masacres de la historia del mundo; y no menos de 100,000 personas más habrían sido encarceladas.
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Y de hecho el asunto podría ser incluso peor que eso. Resulta ser que, de acuerdo con la resolución de la Corte Internacional de Justicia, emitida en 2016, y que revisó el caso, durante esos eventos fueron asesinadas entre 400,000 y 3’000,000 de personas. Por supuesto, la sentencia también declara los hechos como crímenes contra la humanidad. ¡Y a ese señor le rinde honores el gobierno morenista!
Pero hay más. Sucede que la persecución tuvo como objetivo a la población militante o simpatizante del comunismo, principalmente a los vinculados con el Partido Comunista Indonesio, que fue declarado ilegal, y sus miembros perseguidos y aniquilados. Todo esto, con la ayuda de los gobiernos de Estados Unidos, del Reino Unido, y de Austalia.
En 1990 se dio a conocer que la CIA habría proveído al gobierno de Sukarno de una lista con 5,000 nombres de ciudadanos vinculados al Partido Comunista, que se usó como base para perseguirlos y matarlos.
Por esta razón, la resolución de la Corte Internacional de Justicia declara también a los gobiernos de Estados Unidos, del Reino Unido, y de Australia, como cómplices de la masacre.
Así que ahora tenemos todo un mundo al revés, no conformes con dedicarle un parque y un monumento a este genocida, resulta que además, quienes se dicen de izquierda, la dedidan tan altos honores justamente a un persecutor y asesino de comunistas cómplice de los países a los que tanto critican. ¡Increíble!
Para acabarla de amolar, tras el gobierno de Sukarno, que duró 22 años (de 1945 a 1967), tomó el poder nada más y nada menos que Suharto, el militar de alto rango al que Sukarno encargó la ejecución de las masacres. Con una hipocresía descomunal, en virtud de los terribles acontecimientos, Suharto destituye a Sukarno, lo procesa, y lo pone en arraigo domiciliario hasta su muerte en 1970.
Pero por otro lado, Suharto instala una dictadura militar que duró otros 30 años, en la que también persiguió y mató a cientos de miles de personas. Se estima que entre 600,000 y 2’000,000 de personas más, habrían sido asesinadas por el régimen despótico de Suharto, a quien Transparencia Internacional considera el líder político más corrupto de la historia del mundo al haber acumulado un patrimonio de alrededor de 30 mil millones de dólares provenientes de diversos y burdos hechos de corrupción.
Todo esto me ha hecho recordar el asunto aquel en el que el gobierno morenista de la Ciudad de México decidió colocar -en pleno Paseo de la Reforma- una estatua en honor de Heydar Aliyev, quien fuera presidente de Azerbaiyán, y a quien muchos consideran un dictador. El hecho despertó tal indignación, que obligó al gobierno de la ciudad a retirar el monumento y reglarle a Azerbaiyán – a modo de disculpa-, una casa para su embajada, en cuyos jardines colocaron la estatua.
No sé si a cambio de los dineros de algunas embajadas los morenistas no se toman la molestia de averiguar primero a quién demonios van a homenajear, o simplemente no les importa, pero sus actos son insultos monumentales.