Milei y sus primeras medidas

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El discurso del 20 de diciembre pronunciado por Javier Milei pasará a ser de los más importantes pronunciados en Hispanoamérica. Una pieza oratoria que privilegió la verdad en contra del interés, la transparencia en vez de la demagogia, el real estado de la nación en lugar de un estado de la nación a modo. El flamante presidente de Argentina recogió las directrices de su gobierno en el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU), acaso el cuerpo de políticas más ambicioso y radical de la historia de Argentina. El discurso corrobora la aplicación de las medidas anunciadas en campaña y confirma que ha llegado a la Casa Rosada no un especulador sino un ciudadano decidido a revertir la situación política, social y económica de 46 millones de argentinos. El hecho en sí mismo es significativo: enmendaba dos siglos de ejercicio político dirigido al ocultamiento de la realidad eligiendo el camino de la pobreza de la población. Milei opta por la verdad en vez de apostar por su popularidad, por un diagnóstico realista en lugar de un recetario oportunista destinado a asegurar su nombramiento.

Milei encabeza una revolución política no porque diga la verdad, sino por el contenido del DNU que desnuda complicidades, perversiones, patologías, corrupciones de un Estado elefantiásico al servicio de clientelas que nada aportan a la sociedad pero consumen sus recursos. El DNU consigna el desmantelamiento sistemático del estatismo. Entre los asuntos inmediatos para 2024, Miguel Henrique Otero enumera en “La profunda revolución de Javier Milei” reducir el déficit fiscal del 15% de PIB y evitar que la inflación alcance el 15.000%. De momento, ha eliminado 250.000 requisitos burocráticos resultado de medidas intervencionistas para beneficio de la casta política. Pero estas acciones apenas son el inicio de un paquete destinado a desterrar el populismo peronista, el blindaje institucional y jurídico del estatismo y todo el ordenamiento legal dirigido al control de la sociedad. Otras son la reducción de la burocracia estatal, la derogación de la legislación relativa al mercado inmobiliario, el ajuste de precios del transporte público, la modernización del mercado laboral, la venta de empresas públicas con pérdidas y corruptas. A diferencia de lo que afirma el populismo kirchnerista, la intención no es favorecer a la clase empresarial, sino a la ciudadanía con un ejercicio racional del gasto público sometido a circunstancias extremas.

A pesar de la terminología del DNU, se trata de un documento asentado sobre la libertad, una reivindicación de la libertad, un elogio a la libertad como mecanismo de organización social que se traduce en liberar a los argentinos de abusos y extorsiones a que han sido sometidos durante décadas por el aparato político y burocrático, y liberarlos de la dependencia del Estado que ha generado un control férreo sobre la ciudadanía. Los efectos de estas medidas están por verse, tampoco se sabe con precisión cuándo comenzarán a modificar la vida de los argentinos. Pero de momento hay dos actuaciones que albergan esperanza: la verdad como centro del discurso político y un paquete de políticas adecuadas a la situación económica y social de Argentina.

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