A una etapa de censura sucede otra de explosión de libertad. El fin de las dictaduras se acompaña de una efervescencia de todo tipo en que la celebración por el cambio de régimen político impulsa diversas manifestaciones. No es infrecuente que a lo largo del periodo autoritario irrumpan movimientos que anuncian el advenimiento de la libertad sin que esos movimientos sean plenamente libres.
Te puede interesar: Le Chat Noir
Hay estéticas que vehiculan la libertad sin colisionar con la dictadura, evadiendo la censura. Estas tendencias vienen de lejos y casi siempre se asocian con sociedades abiertas. Expresiones liberales pero cuya rebeldía reconoce una minoría. Corrientes que algo tienen de elitismo destinadas a unos pocos pero que introducen ya esa libertad. La Movida madrileña estuvo precedida de la barcelonesa Gauche Divine en la década de los sesenta, antecedida a su vez por el vanguardismo artístico del grupo El Paso, en Cuenca, y también en Barcelona con de Dau al set, a lo que se suman las revistas Cuadrante, Laye, La Cerbatana y El Postismo. La Movida que acaparó la vida de la juventud española se extiende desde poco después la muerte de Francisco Franco hasta finales de la década de los ochenta.
El movimiento reunió toda clase de expresiones artísticas y culturales: musicales, teatrales, cinematográficas, literarias, pictóricas, escultóricas, editoriales. Un enorme barullo, ruidoso y jovial, anárquico e inspirado, impregnó noches de alcohol y drogas extendidas hasta la madrugada. Aparecen grupos musicales excéntricos y bizarros, inclinados al pop aunque no falta heavy metal, rock, disco: Kaka de Luxe, Alaska y los Pegamoides, Radio Futura,Nacha Popo, Los Secretos, Zombies, Derribos Arias, Orquesta Mondragón, Ducan Dhu, Siniestro Total, Loquillo, Mecano, Tino Casal. Se promueve el cine con directores como Pedro Almodóvar, Fernando Trueba y Fernando Palomo. Surge la literatura de Luis Antonio de Villena, Vicente Molina Foix, José Antonio Gabriel y Galán que privilegia el presente relegando modelos decimonónicos, orillando las vanguardias, olvidando la posguerra.
La Movida promovió sus medios de comunicación, sobre todo con fanzines: Pchi-Pchi, Diario Desarraigado, Muasica. SE multiplican las editoriales: Huerga y Fierro editores, Ediciones la Banda de Moebius. La televisión no fue ajena con programas como La Bola de Cristal y Musical Express.
La Movida se significó por sus aportaciones a una juventud que inauguraba un tiempo nuevo en que en apariencia todo estaba por hacer y se hizo de todo y en todos los ámbitos con mayor o menor fortuna. Los noventa recogieron la depuración de esa revuelta expresada en la madurez artística de sus sobrevivientes. En esas noches sin fin se forjaron talentos que en la actualidad representan lo mejor de la cultura española de los últimos cuarenta años.
Los excesos se cobraron muchas vidas. La heroína invadió calles y barrios, plazas y locales, llevándose casi todo por delante. La fiesta de la vida asociada a la Movida fue también el festín de la muerte. Luego, se modera esa exaltación que algo tuvo de irracional, tan irracional como el silencio impuesto durante la dictadura. El murmullo cedió ante el grito, el disimulo frente a la verdad, el fingimiento se disolvió en la licuadora de lo apremiante. Hoy la Movida es nostalgia de la que se recuerda sólo lo que se considera mejor, que no fue necesariamente lo mejor, pero que oculta lo peor que no fue poco.