La Ganancia Cognitiva

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La Inteligencia Artificial (IA) y su promesa de modificar las relaciones sociales laborales, de ocio y económicas entre seres humanos, es otra empresa del trabajo cognitivo.

imagen: La mente maravillosa

La cuarta revolución industrial o las llamadas políticas culturales del posfordismo, toman un impulso en la era del trabajo cognitivo por su entramado social y simbólico que provoca una transformación del pensar, trabajar o entretenerse dentro de mundos desmaterializados, que ya no pertenecen a las estructuras
sólidas o materiales de la modernidad creativa del siglo XX.

Hoy la inteligencia artificial es la luz que ilumina el camino de la flexibilidad humana, tal y como lo hizo internet hace más de 30 años, para movilizar una serie de recursos invisibles, subvenciones e inversiones que desaparecen antes de poder verbalizar las, es decir, el trabajo cognitivo de lo inexistente abre paso a
cualidades que exigen a los seres humanos a dominar y dejarse dominar por un metamundo en red donde la existencia misma es negociable cada vez más por la precariedad laboral, educativa, ética, científica y de pensamiento autónomo.

Estamos ante una tercerización de la economía, pues no son los bienes y servicios los que generan ganancias a las empresas de la cultura contemporánea, quien lo hace es el trabajo cognitivo, la producción inmaterial de emociones y experiencias, el patrimonio cargado en la nube, la vida streaming y la casi nula existencia de soportes tecnológicos para el día a día. Las actividades inventivas de la inteligencia artificial obligan un trabajo que explota el cognitariado de los trabajadores-usuarios de tejido digital en internet; ya no somos prosumers, hemos cambiado a entes que trabajan para los mismos productos que consumimos.


Somos los obreros de las plataformas de entretenimiento, videojuegos en línea, del homeoffice, de las redes sociales y sus vídeos cortos, ya que no solo nos dedicamos a consumir, pues es ese consumo el trabajo cognitivo que mantiene el tejido y el ecosistema unido de la galaxia enunciativa de lo invisible.


Si Marshall Mcluhan los llamó prosumidores, actualmente podemos nombrarlos trabajadores/usuarios, no hay fronteras entre lo uno y lo otro, y es el desempeño virtual lo que sustituye el temor al despido, al estrés laboral, a las relaciones laborales colectivas, a la precaria e inestable intercomunicación que obligaba a la movilidad, se ha roto la sujeción a un tiempo y espacio y el plusvalor es una acción que vive sin certezas y transita de proyecto en proyecto, de vida flexibles que se trabajan y consumen como una existencia entera.


Hemos potencializado al siglo XIX del materialismo dialéctico, comemos nuestro trabajo alienado, pero hoy lo hacemos por gusto, emoción y seducción continua, las personas nos adecuamos a los proyectos de las grandes trasnacionales, el trabajo cognitivo no conoce vacaciones, horas extras, ni maternidad o paternidad,
no hay cobertura de salud ni aguinaldos el fin de año.


¿Y si nos negamos a esta sujeción del cognitariado? Pues para eso existe la Inteligencia Artificial, suplanta maestros, editores, directores, médicos, abogados, hasta madres y padres, y tal vez a los libros y espacios noticiosos como este que hago uso.


No somos dueños de nuestras creaciones, el copyright del trabajador, es el del proyecto mismo. Nos han engañado con el emprendimiento y el do it yourself, la ilusión del empresario individualizado, no es más que una extensión de la industria creativa. El engaño está en ensalzar la productividad del usuario, hacernos creer que somos quienes toman las decisiones y merecen los premios, sin embargo no tomamos las riendas del trabajo y seguimos las lógicas funcionales de modelos aspiracionistas de formas de éxito y placer sin límites.


¡Bienvenidos sean los damnificados del trabajo cognitivo! Esas artistas hiper automatizadas que se casan con hologramas masculinos creados por IA, y se protegen bajo el discurso que lo hacen para mejorar las relaciones humanas, cuando en realidad están deshumanizando todo contenido social de los
encuentros y desencuentros; esos maestros e investigadores hijos del ChatGPT que viven de manera parasitaria de los organismos académicos, que igual son guiados por charlatanes del conocimiento bestiario; esos expertos e intelectuales que en cualquier momento muestran su naturaleza embrionaria sin llegar jamás a la madurez de la razón; y demás usuarios que con sus likes mantienen el sistema del cual son trabajadores, sin recibir un solo peso por las horas delante de una pantalla gozando de vídeos cortos.


Como los gustos las opiniones son diversas y subjetivas, pero ahí radica la diferencia con cualquier producción de IA, nunca se sabe que palabras pueden decir los albañiles de la razón, y es algo que no podrá suplantar un algoritmo o inteligencia no humana.


Dejo de escribir pues se trabó ChatGPT y mi perfil multitarea me obliga a entrar a mi otro empleo al otro lado del mundo como chef de langostas aeroespaciales.

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