El petulante Jorge Castañeda Gutman fue exhibido en la mañanera de este lunes por el
petulante Andrés Manuel López Obrador. La revelación del Presidente quizás desperece
sonrisas tomando por broma lo que no es ninguna broma. La noticia de que el excanciller
pidió “eliminar a López Obrador” no es menor, aunque ahora el acusado se ocupe de quitar
importancia a lo que tiene demasiada importancia. La confesión es creíble atendiendo a
palabras y actitudes de Castañeda. Falta desde luego el contexto en que el excanciller animó a
Vicente Fox a eliminar a Andrés Manuel, del que se sabe que se produjo durante el desafuero
del entonces jefe de gobierno de la Ciudad de México. En otro momento el brioso ciudadano
Sheridan bramó ante Fox que desaforara a López Obrador quien no fue corriendo con el
Presidente para que le brindara protección a diferencia del estocástico y “proverbial escritor”.
Eliminar es “apartar, quitar, borrar”, también liquidar, aniquilar, exterminar. Una violencia que
se comete contra algo o alguien para suprimirlo con objeto de que no quede rastro. No es sólo
asesinar, sino desaparecer todo vestigio de una existencia. El crimen organizado o el Estado o
el Estado en calidad de crimen organizado tienen capacidad para realizar estas operaciones.
Castañeda insinuaba una intervención de las cloacas del poder para deshacerse de López
Obrador. El consejo o la advertencia de un integrante del círculo inmediato al entonces
Presidente de la República no se antoja mera amenaza. Rehabilitaba tácticas de la guerra sucia
en la incipiente transición democrática que sigue transitando. El asunto se vuelve parodia al
escuchar al consultor escandalizarse de los abusos de las dictaduras militares latinoamericanas,
al condenar la violencia actual de México, al exhibir la afición del Che Guevara a matar por
gusto o a organizar juicios sumarísimos cumplimentados sin excepción con la pena capital para
regocijo del custodio de la Revolución. ¿No denunció Castañeda a Felipe Calderón ante el
tribunal de La Haya por violar derechos humanos en la guerra contra el narcotráfico?
La arrogancia de Castañeda topa con una hipocresía deplorable, presentándose en
público como demócrata que se auxilia en privado de prácticas siniestras. El fracaso de la
campaña presidencial de Jorge Castañeda en 2012 obsequió a la democracia mexicana,
equiparable a la derrota de Ricardo Anaya en 2018 de quien era asesor principalísimo. Ahora se
informa que su temperamento democrático se acredita eliminando adversarios y enemigos. La
confesión de López Obrador desautoriza a Jorge Castañeda a inmiscuirse en cualquier asunto
relativo a la cosa pública y lo deslegitima como ciudadano. Peor parece que además ejerza
como profesor en una Universidad norteamericana. En estos momentos en que la
efervescencia woke censura y limita obras y autores canónicos en la academia a causa de
machismo o pasajes inconvenientes a la ideología, qué consideración merece alguien que
amenaza con desaparecer a un contrincante político. Castañeda no debería de presentarse
frente a un grupo de alumnos, ni siquiera frente a un alumno, porque no representa nada de lo
que representa un profesor.
La condición de académico de Jorge Castañeda no oculta sus maniobras como lobista y
asesor de intereses supranacionales. Quizás ese “eliminar” a López Obrador no fuera en
exclusiva una opinión personal, quizás sea una opinión compartida por grupos que conspiran
en las sombras y semanalmente ante las cámaras de televisión, que se llenan la boca con la
palabra democracia socavando la democracia a la menor oportunidad. Si Jorge Castañeda
Gutman gozó de algún prestigio, acaba de extraviarlo definitivamente. Acaso le convenga
desaparecerse, privarse de toda injerencia en la vida pública, guardarse sus opiniones para
fiestas y bribonadas con sus compinches. Y, desde luego, no pisar más un aula universitaria, no
por vergüenza sino por decoro debido a estudiantes y colegas. Entre un guerrillero comunista emboscado en la jungla o en el asfalto y un terrorista de Estado que se despacha un bourbon
tras otro en Los Pinos media únicamente la impunidad.