Ante un panorama político confuso y apelmazado en que el oportunismo se sobrepone a lo oportuno, destaca la opinión ponderada y medida de Jesús Silva-Herzog Márquez. A contrapelo de quienes optan por defender a candidatos por motivos inconfesables aunque en público confiesen sus virtudes y cualidades que ocultan en realidad intereses oscuros, pocos intelectuales exhiben esa desacostumbrada capacidad de ver más allá de lo que se presenta ante sus ojos. Hommes de lettres más pendientes de la verdad que de lo redituable, escrutadores de la realidad que alumbran la actualidad con la lámpara de mano de la crítica irrenunciable.
La denuncia no integra necesariamente la crítica aunque mucha de la crítica se limite a la denuncia. La crítica es algo más que denuncia, que golpe en la mesa o portazo airado, algo que excede el instante para suspenderlo permitiendo regresar a ella a conveniencia. Inevitablemente tampoco resiste el paso del tiempo, pero la crítica honesta se hospeda fuera del tiempo aunque envejezca puesto que se debe a su tiempo. Integridad y convicción se antojan ingredientes inseparables de la verdadera crítica. No es necesario convenir en determinado juicio para percatarse de la verdad que se alberga en ese juicio que quizás no convenza en su posicionamiento o en sus argumentos, pero seduce en la actitud del autor.
Da la impresión de que Silva-Herzog Márquez no expresa su pensamiento para que le den la razón aunque a veces se le conceda. Se antoja que formula su pensamiento para exhibir la verdad de sus razones que no tiene que coincidir con la verdad de las razones de otros. Parece no buscar en exclusiva anuencia ni consenso, sino esa libertad que reside en la observación de una verdad no siempre a la vista. Escribe para explicarse compartiendo con generosidad esa explicación.
Ignoro su ideario político, pero lo considero un liberal convencido de su liberalismo lo que lo vuelve también excepción en un medio en que el término expresa todo y nada. Dicho de otro modo, un liberal que conoce a profundidad el liberalismo y que, por tanto, tiene más preguntas que respuestas, a las que no renuncia pero que no adopta de manera concluyente.
Un pensamiento en marcha, en constante progreso, a merced de corrientes y contracorrientes sin apartarse del cauce principal. Hace años leía con escepticismo sus colaboraciones semanales en un diario de la capital sobre arte y artistas. Me parecían pretenciosas y afectadas, cursis por momentos. Pero esos ejercicios que entonces consideré presuntuosos equiparon al autor con un lenguaje de amplios tonos, de abundante léxico, de elegancia expresiva que resuelve con eficacia los matices de sentido incluso contradictorios y abraza la fina ironía. Desconozco si el volumen Anda y ver. Tercer cuaderno (2023) reúne algunos de esos textos que con seguridad se incluyen en los anteriores que tampoco conozco.
Pero agradezco sus columnas políticas que iluminan un entorno sombrío, en que no cede ni al interés ni al oportunismo, que no concede ante el desacuerdo o una mal entendida etiqueta, siempre con distinción y decoro sin rehuir la polémica en que se niega a imponer su razón pero a la que no renuncia si los argumentos contrarios no le seducen. Silva-Herzog no hace crítica es un temperamento crítico que además hace critica.