Javier Marías, vida de fantasma

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Septiembre 11, día de sonoros aniversarios

Septiembre 11, día de sonoros aniversarios, también de otros discretos pero especialmente sentidos, como la muerte del escritor Javier Marías. Un año atrás, planas de periódicos y secciones culturales de noticieros se saturaron de previsibles ditirambos bajo pretexto elegíaco exaltando hiperbólicamente la obra del madrileño. Sorprendió el número de notas dedicadas a un escritor de mayorías siempre minoritario. Desmesurados comentarios que en su exceso irrumpió la sospecha de que unos apenas habían abierto sus libros o la certeza de que otros no los habían abierto nunca. También obscena competencia a la búsqueda de un exiguo recuerdo en que el articulista de rigor hubiera coincidido con el fallecido para exhibir una improbable familiaridad. Quizás existió ese recuerdo en el hecho fortuito de cruzarse con Marías en una cafetería de la Castellana mientras uno salía y otro entraba. Momento atesorado en la memoria de una existencia que en algún momento tendría oportunidad de glosarlo en emotiva necrológica.

Los mementos reiteraron fórmulas acostumbradas cuya única variante es la firma del autor. Todo el mundo repitió lo mismo todo el tiempo: “ha muerto el escritor más importante de su generación”, “Javier vivirá en sus obras y sus obras en nosotros”, “lo seguiremos leyendo, es el mejor homenaje que se puede hacer a su legado”. Juicios categóricos junto con impostada cercanía, afirmación de obligada posteridad al lado de trivialidades. Un año más tarde, el cúmulo de lo registrado entre la pompa y la veneración apenas ha sobrevivido en escasas recordaciones. El novelista “más importante de su generación” ha sido descatalogado de la novelística y de su generación para alivio de su editorial. “Lo seguiremos leyendo” deviene en que ya nadie lo lee porque no hay manera de que sorprenda con novedades puesto que está muerto, a no ser que sus lectores sean los que siempre lo leyeron mientras publicó estando vivo y ahora se dedican a releerlo puesto que está muerto. Pero seguramente esos lectores no firmaron entonces artículos ni breves piezas lamentando su muerte porque estaban lamentando su muerte.

Sin duda, Javier Marías es el escritor más importante de su generación. Sin duda, es el autor español más significativo de los últimos cuarenta años. Sin duda, su obra creó un tipo de lector ajustado al temperamento del escritor o quizás el temperamento del lector encontró a un autor ajustado a su sensibilidad. Pero esa simpatía no nace de haber conocido a Marías mientras estuvo vivo o de haber recibido noticias de su personalidad también mientras estuvo vivo. Surge, en todo caso, del conocimiento de su obra y de la seducción que ejerce en los vivos estando ahora muerto. En su vida de fantasma ya no tendrá lectores que no pertenezcan a nuevas generaciones cada vez menos lectoras, pero todavía gozará de sus lectores habituales. Mientras tanto, noticieros y periódicos esperarán a que fallezca el siguiente “gran escritor” para repetir exactamente lo que se repite en cada ocasión con grandes dosis de posteridad.

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