Insostenible

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El proceso electoral se debate entre aciago continuismo y nada. Pero exhibe la necesidad de algo decisivo para el futuro: la creación de nuevos partidos políticos que regeneren la democracia mexicana. Parte de la crisis del sistema es consecuencia de la crisis irreversible de los partidos políticos sin excepción. A las listas de plurinominales de todas las siglas convine el calificativo de listas de la impunidad. Las plurinominales son artimañas al servicio de las dirigencias de los institutos para situar a amigos y parientes, devolver favores y pagar deudas.

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Nada diferencia a PAN, PRI, PRD, MC, Morena, PT, PV. Desaparecidos idearios e ideologías, los aparatos políticos se han transformado en plataformas al asalto del poder ni siquiera para ejercerlo en favor de la ciudadanía, sino para hacerse con beneficios asociados al poder. Operan todos siempre de la misma manera:  solicitan el voto antes de las elecciones y se olvidan de los votantes una vez concluidas hasta los siguientes comicios. En el periodo de intercampañas, los partidos restringen el registro de afiliados que permiten a las dirigencias nacionales y locales no sentir amenazada su gestión, tratar con indiferencia a la ciudadanía, evitar el compromiso social. Una vez que inician las campañas disimulan un compromiso social inexistente, preocupación política inoperante, simpatía hacia una ciudadanía a la que desprecian. Se dedican a lo que justifica sus posiciones dentro del partido: recabar moches, fomentar la corrupción, trasegar influencias debidamente recompensadas que se reparten de manera piramidal de lo municipal a lo federal.

            En caso de que la política fuera una actividad seria, el PAN no tendría como Presidente a Marko Anaya, ni el PRI a Alito Moreno, ni Morena a Mario Delgado, ni Samuel García sería imagen de MC. Los partidos políticos mexicanos actuales son ya inoperantes. Deberían desaparecer para salvar la democracia a condición de registrar otros nuevos integrados por ciudadanos sin pasado político. Los partidos vigentes no permiten el registro de nuevas fuerzas a riesgo de perder el pingüe negocio. Excepto si están impulsados por intereses vinculados a intereses concretos, los requisitos se antojan inaccesibles. Pero es imperativo renovar la democracia mexicana y sólo puede hacerse con nuevos partidos.

Esta crisis cartografía el momento político electoral: PAN-PRI-PRD proponen a una candidata, Xóchitl Gálvez, sin cualidades a la vista, rodeada de antiguos asesores de Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto, olvidando el pronunciamiento de los mexicanos en 2018. Sus propuestas parecen previsibles. Morena está en manos de López Obrador que hace lo que quiere con el partido y con Claudia Sheinbaum, a quien le ha hecho la estrategia de campaña, ha conformado su equipo electoral y ha entregado programa de gobierno. La meta es clara: hacer de Morena el PRI de los años sesenta y setenta. MC destaca por tener como referente a un carnicero con ínfulas de gobernador cuyas políticas están trazadas desde Palacio Nacional bajo la amenaza de intervención de la FGR en contra de Samuel García, Mariana Rodríguez y sus respectivas familias por diversas causas. A esto le llaman Nueva Política que el borracho Jorge Álvarez Máynez publicita entre jarra y jarra.

            La política mexicana es una farsa. Se necesitan nuevos actores que borren de una vez el pasado reciente y dignifiquen la democracia. Estos partidos y sus dirigencias son tan responsables de los males del país como Morena y López Obrador. Durante el sexenio no han comparecido, trasvistiendo su presunta oposición en colaboracionismo a cambio de impunidad. Estos partidos políticos operan en exclusiva al servicio de sí mismos con pretexto de servir a los mexicanos a los que traicionan inmediatamente después de depositar las papeletas en las urnas.        

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