Gracia golfa

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Polémica procede del griego y significa guerra o batalla. No abundan polémicas culturales o intelectuales en México. Más bien se antojan excepciones, limitadas a círculos reducidos. Pocas veces atraen el interés de una mayoría por desconocimiento o por apatía. Al irrumpir, los adversarios intentan sobreponerse al contrario con agudeza e ingenio, muchas veces expresión de cinismo canalla. Cada réplica y contrarréplica pretende clausurar la discusión como si hubiera urgencia por zanjarla, como si el cruce de acusaciones y desplantes se volviera intolerable, como si la pelea apenas soportara el fragor. Los asuntos pronto pasan a pretextos para concentrarse en la descalificación personal y el ninguneo público, a la vista de todos, sin recato ni compasión porque no hay compasión ni recato amenazado el prestigio de la sobrevalorada inteligencia. Se celebra la ocurrencia bizarra o el agravio inesperado antes que una persuasiva argumentación. El reconocimiento reside en la emboscada sagaz. Se evitan las querellas a causa de la facilidad con que se desvían a lo privado para retar a un combate sin reglas ni pautas. Una polémica es adentrarse en lo desconocido, aventura de desenlace imprevisible.

Sin embargo, los debates son higiénicos y saludables si se evita lo personal, exhiben posturas de unos y otros, no siempre enfrentadas pero siempre diferentes. Más importante que vencer si vencer es importante parece la habilidad para argumentar sin incurrir en la descalificación, mostrando coherencia en la articulación del pensamiento ajustado a ideas que originan la diferencia. La polémica es termómetro fiel de la vitalidad intelectual de una sociedad, signo de su civilidad, señal de que los desencuentros se aceptan con naturalidad en la pluralidad. La polémica no es violencia pero se comete violencia cuando no hay educación en la polémica. Las discusiones deberían ser usuales porque ideas contrarias y opuestas conviven con normalidad. La aparente armonía que evade la polémica no es indicativa de paz social sino de indiferencia o miedo, más agresiva y antisocial que la polémica misma porque en la indiferencia y en el miedo se hospeda la soledad y en la polémica el reconocimiento del otro.

La libertad de expresión vehicula la querella mediante esa gracia golfa en que lo cínico y lo insolente, lo provocativo y lo transgresor, condimentan alegatos sin ultrajar necesariamente al contrario. Diferente a la graciosa golfada que aspira a concluir una discusión apelando a la canallada. El sr. Guillermo Sheridan o ciudadano Sheridan pretexta que no dirige tesis en la UNAM porque nadie solicita que sea su director. Graciosa golfada del canalla que erige en pieza central de su defensa el reconocimiento de un fraude auxiliado por la impunidad que le dispensa la institución. Resulta insólito excepto en la UNAM que el propietario de un restaurante contrate a un mesero con manos y pies amputados para exonerarlo de servir a los clientes. Ocurrente y despreocupada, la gracia golfa se aprecia con más frecuencia en pullas y escaramuzas que en polémicas y disputas puesto que exige en el momento la agilidad del gimnasta. La ilustra el episodio entre Luis Spota y Salvador Novo. Comentó Spota a un grupo de amigos que Salvador Novo celebraba el Año Novo, a lo que éste contestó con gracia golfa que Spota tenía en el apellido paterno el oficio de la madre.

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