Más allá de ganadores y perdedores, un debate opera como un espectáculo que exhibe las
cualidades, fortalezas y debilidades de los candidatos. Los espectadores asistimos a una especie
de desnudamiento de las personalidades que aspiran a gobernar México el próximo sexenio. Es
más que una confrontación de ideas, una exposición de proyectos, una demostración de
intenciones. Los aspirantes se sitúan como son o como se preparan y esas personalidades nos
atraen o nos distancian. Quizás más significativo que las ideas, sean los candidatos mismos
ahora como personas que no hablan a la distancia sino que miran directamente a los ojos. En
ese conocimiento es igual de significativo el acierto que el tropezón, la ocurrencia que el
disparate, la respuesta ágil que el silencio intimidatorio. Cada candidato desempeñó con mayor
o menor fortuna el papel que le correspondía de acuerdo con las encuestas y con los manuales
de estrategia electoral.
El debate del domingo pasado, primero de esta contienda electoral si tuvo un claro
ganador, el espectador, la ciudadanía, la gente que vio el debate y pudo conocer un poco más
de las tres personalidades que compiten por la presidencia.
A mi juicio, Claudia Sheinbaum fue quien salió de las instalaciones del INE con
mejores resultados, más allá de propuestas o respuestas, cumplió con el objetivo del puntero en
las encuestas. La candidata de Morena tenía un plan para el debate y lo siguió, fue ordenada y
no se enganchó con los cuestionamientos o señalamientos, apegada con disciplina al libreto
escrito por los asesores. Se le cuestionó su capacidad como gobernante, honestidad, etc. No
respondió, simplemente porque no tenía por qué hacerlo, fue a sus temas, fue a sus posturas,
fue a su planteamiento. Lo que sorprendió en Sheinbaum fue su serenidad, su tranquilidad y,
definitivamente su autoridad porque Sheinbaum tramitó el debate con indiscutible autoridad.
En el caso de Xóchitl Gálvez, quedo en evidencia que no había una hoja de ruta, no
tenía un plan para el debate, considero que la posición de la candidata fue dejo dudas. Inició
muy tensa, lo cual es normal en un debate, la vi con mucho nerviosismo e inseguridad. Tuvo la
oportunidad de poner a Sheinbaum en la lona, pero no lo hizo y la dejo vivir. Se extravío en
propuestas irrelevantes en un debate, simplemente no pudo, o no quiso aniquilar a quien va
adelante en las preferencias. Su desempeño fue extraño.
La sonrisa la puso Máynez que siempre pone la sonrisa, seguramente pensando ya en la
celebración posterior al debate en que exhibe habitualmente que no tiene rival.
Después del debate me quedo con algunas dudas, y no es para menos. ¿Estamos ante
otra actuación, ante otra farsa, ante otra gran mentira? ¿Estamos ante quienes se comportan
con profesionalismo en los debates pero que a la hora de gobernar volverá a mentir y
defraudar?
Lo peor, la producción televisiva en que el INE dejó mucho que desear. Desaseada,
poco profesional, entorpeciendo la actuación de los candidatos. Los moderadores salvaron por
momentos el desaguisado, pero la imagen fue lamentable. Quedan dos debates, el siguiente en
quince días. Todavía hay muchas cosas por decidir y mucho que trabajar por parte de los
equipos. ¿Será que ahora si nos van a sorprender?
Ganó México, ganamos todos
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