Entierro sin epitafio del PRD

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La muerte siempre sorprende aunque no faltan motivos para habernos acostumbrado. Y algo hay de eso porque la sorpresa empieza a menguar frente a la muerte. La pérdida del registro del Partido de la Revolución Democrática (PRD), el eclipse definitivo del gualda aunque los respiradores artificiales se resisten a admitirlo, no es sólo la negrura definitiva de una opción política sino de una porción significativa de la historia de la democracia mexicana.

Con el PRD se entierran también las luchas de una izquierda plural y diversa, en ocasiones enfrentada consigo misma, sin el que Andrés Manuel López Obrador hoy no sería presidente de la República, ni Morena la formación mayoritaria. Cabe pensar como antídoto de la melancolía que mucho del PRD sobrevive en Morena, pero no lo decisivo que reside en un temperamento democrático desdibujado últimamente.

La biografía del partido del sol negro sobre fondo amarillo, atisbo involuntario del sol de la melancolía, exhibe una plataforma que aglutinó en su origen a la Corriente Democrática escindida del PRI, Partido Mexicano Socialista, Partido Mexicano de los Trabajadores, Partido Socialista Unificado de México, Partido Patriótico Revolucionario, Movimiento Revolucionario del Pueblo, Unión de la Izquierda Comunista y Partido Socialista de los Trabajadores. Fundado en mayo 5 de 1989 entre otros por Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Heberto Castillo, Amalia García y Andrés Manuel López Obrador, amenazó desde el principio la hegemonía del PRI compartiendo posiciones de oposición con el conservador PAN.

Su irrupción en la escena política nacional fue inmediata. Cárdenas ganó la presidencia a Carlos Salinas en las elecciones de 1988, que impidió una oportuna “caída del sistema” operado por el secretario de gobernación, Manuel Barlett. La década de los noventa supuso la ascensión del PRD. En 1997 Cuauhtémoc Cárdenas logró la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México y se convirtió en la segunda fuerza política en el Congreso de la Unión. Un años después ganó las gubernaturas de Zacatecas y Tlaxcala y, un año después, la de Baja California Sur. Luego llegaron Morelos, Guerrero, Michoacán. En 2006 Andrés Manuel, que era Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, fue el candidato del PRD a la presidencia de México sin el apoyo de Cárdenas, líder histórico de la formación. En las elecciones se impuso Felipe Calderón con 0.56% de los votos. Andrés Manuel no aceptó los resultados, tomó paseo de la Reforma en la capital del país y se autonombró presidente legítimo custodiado por un gabinete también legítimo. A partir de entonces el partido entró en una errancia imprevisible, a golpe de titubeos, llegando a aliarse con el PAN en elecciones municipales, estatales y federales. Mermó la democracia interna del partido y la creación de Morena como asociación civil en octubre de 2011 y como partido en julio del 2014, impulsó la desbandada de militantes y simpatizantes. López Obrador que pudo ser el primer presidente de México por el PRD, ha terminado siendo su sepulturero.

Malas decisiones, desubicación frente a Morena, ausencia de pluralidad en los últimos años, precipitaron las últimas paladas de un funeral anunciado tiempo atrás. Pero el PRD aportó mucho a la política nacional, comenzando porque demostró que la izquierda democrática estaba capacitada para gobernar. Hoy vive el PRD en el recuerdo de militantes de Morena que antes lo fueron del PRD, como López Obrador que debe al sol negro su salto a la escena nacional.

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