En ocasiones la infancia derrama experiencias que alumbran el desarrollo posterior del
individuo sin que necesariamente esas experiencias condicionen ese desarrollo. No es
excepcional que la miseria y la precariedad operen como factores que determinan a futuro una
personalidad. A veces el abandono a esas circunstancias anega existencias, pero otras irrumpen
temperamentos templados en la adversidad que sin olvidar su pasado abrazan expectativas
sobre las que diseñan el porvenir. El escritor francés Georges Duhamel (1884-1966) ilustra que
la libertad se sobrepone a condiciones a priori insalvables. Botánico de la rive gauche y
explorador de callejones y rincones de París, sus periplos infatigables iniciaron a temprana edad
siguiendo las mudanzas impacientes de su familia. Combina estudios de medicina con su
afición a las letras. Junto con Charles Vildrac, impulsa el falansterio Abadía de Créteil entre
1906 y 1908 al que se suman artistas y poetas como Albert Gleizes, Arcos, Henri Martin.
Duhamel escribe entonces su primer poemario, Des Légendes, des batailles (1907). A causa de
servir como sanitario durante la I Guerra Mundial, se convenció de la necesidad de una
sociedad arraigada en lo espiritual como sostiene en sus libros Vie des martyrs (1917) y
Civilisation (1918), galardonado con el Goncourt.
Tanto la infancia como las vivencias bélicas orientan sus intereses hacia la santidad que
ocupa a muchos de sus personajes. La mayoría comparten circunstancias semejantes: pobreza e
indigencia, dignificadas por ambiciones espirituales. A pesar de limitaciones e imperfecciones,
se imponen en el medio al que pertenecen. Georges Duhamel dirige su aversión en contra de la
civilización mecanizada que denuncia en el ensayo Scènes de la vie future (1930), libelo recibido en
Europa como crítica sin atenuantes a la sociedad norteamericana y al incipiente consumismo:
“Toda la filosofía de esta dictadura industrial y comercial encierra un designio impío: imponer
a la humanidad necesidades, apetitos”. Escribió dos grandes ciclos novelísticos, Vie et aventures
de Salvin (1920-1932) y Chronique des Pasquier (1933-1945). La primera refiere el daño que una
conciencia escrupulosa, únicamente interesada en sí misma, hace a los demás. La segunda es la
historia de una saga familiar en torno a los avatares de Laurent Pasquier que en su madurez
comprende la necesidad de purificación espiritual.
Duhamel sostiene que cada vida es un inevitable naufragio que termina varada en
bancales de arena que lamen las playas de una isla desierta. El aparente pesimismo en realidad
invita a la esperanza aceptada la evidencia. Pero esa esperanza debe acompañarse de coraje
para rescatar lo que se pueda. Duhamel subraya el valor del individuo por encima del valor
social, recuerdo de su infancia consolidado en la Gran Guerra, aunque asocia la salvación
personal a la salvación de los semejantes. Sus obras muestran que detrás de dificultades y
obstáculos de todo tipo la vida se remansa en ese estoicismo íntegro formado a la par que el
itinerario propio.
El estoicismo íntegro de Georges Duhamel
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