El próximo 7 de abril asistiremos al primer debate presidencial, a celebrarse en las oficinas centrales del Instituto Nacional Electoral (INE) con el tema “La sociedad que queremos”. La propuesta es de interés aunque a tenor de lo dicho por los candidatos, quizás despierte menos de lo previsible. Cualquier debate genera expectativas que residen en propuestas, ideas, iniciativas. Argumentos más o menos elaborados, más o menos creíbles, más o menos impostados. Estrategias de equipos cuya portavoz es la candidata o el candidato, de cada opción electoral. Los debates, bien elaborados, perfectamente argumentados y con mensajes claros que vayan a las emociones, pueden lograr cambios en el sentido de los votos.
Aunque es importante aclarar que el debate se gana en el post debate y en la forma en que se logre comunicar lo dicho y lo hecho en el acto de debatir. Este es el verdadero reto de los equipos de campaña, de las formas de comunicar y de los espacios a donde se deba y quiera llegar.
En una elección tan polarizada, los cambios en el sentido del voto o el convencimiento de los indecisos se antojan en función de las emociones que se logren de los que ven y se enteran de lo ocurrido.
Asistiremos a una pugna entre dos candidatas, Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, con un invitado de piedra, Jorge Álvarez Máynez. Dos visiones de país, dos maneras de entender México, dos proyectos para un México entre la continuidad y el cambio. Hasta ahora, las actuaciones y declaraciones de los candidatos no se han apartado de sus respectivos guiones.
Claudia Sheinbaum, disciplinada y metódica, hablará de que su proyecto es el segundo piso de la 4T, seguir con la transformación que inicia con la llegada de Andrés Manuel López Obrador en este sexenio. La transformación va de la mano con terminar con las obras iniciadas, será una presentación de elementos que traten de dejar claro el planteamiento de seguridad donde seguirán los abrazos, pero sin impunidad. Claudia seguramente no dirá nada distinto a los 100 compromisos que leyó en un Zócalo abarrotado de seguidores de la 4T. Su desempeño en el debate será serio, formal, ajustado a las directrices de su equipo de campaña. Sobrio, quizás; previsible, con toda seguridad.
Xóchitl acaso sea quien tenga una actuación de mucha más confrontación. Tratará de explotar su espontaneidad. Probablemente se centre en seguridad, directriz irrenunciable de su campaña, ante un país asolado por la violencia. Tratará de confrontar en todo lo planteado por su rival y mostrará, en todo lo que pueda, los supuestos altos niveles de corrupción que se supone tiene el actual gobierno. El equipo de la candidata de Fuerza y Corazón por México sabe que en este debate se juegan buena parte de la campaña, se están jugando la posibilidad de visibilizar lo que su proyecto plantea en contraste con la rival.
Máynez posiblemente elija a su público entre jóvenes y universitarios, quizá a los nuevos votantes. Su errática campaña no parece que pueda sorprender en el debate, aunque su juventud es una circunstancia que no debería infravalorarse.
De cualquier manera, en un debate siempre aparecen imprevistos que terminan por llevarse el protagonismo y la atención. Alguna sorpresa habrá, pero no es descartable que las dos visiones del país en conflicto polaricen todavía más a México.