Inesperadamente Arturo Zaldívar renunció como Magistrado de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Quizás el adverbio no sea “inesperadamente”, más bien parece “sorpresivamente” porque fue inesperado para los ciudadanos pero no para él porque esa decisión solo puede ser resultado de tiempo de reflexión. Y quizás la sorpresa resida en que solicita ahora su renuncia en lugar de haberlo hecho tiempo atrás. Renunciar en estos momentos se antoja una decisión más ajustada a los intereses personales de Zaldívar que al respeto que se merece la SCJN. Esos intereses personales de hoy solo se explican si desde antes se movió por intereses personales. Es decir, utilizó la SCJN como pretexto para otra cosa. Esa otra cosa es integrarse en primer lugar dentro del equipo de colaboradores de la candidata Claudia Sheinbaum a la Presidencia de la República por Morena y aliados. Zaldívar desde el momento en que López Obrador fue investido Presidente mostró una querencia creciente hacia la 4T. Rápidamente se contagió del populismo de Andrés Manuel hasta decir que los jueces deberían confundirse con el pueblo cuando los jueces están para impartir justicia y no para ganar votos. Esas declaraciones fueron un antes y un después, también una declaración de intenciones que corroboraron sus actuaciones posteriores. No es fácil olvidar las maniobras que acometió a fin de que su presidencia de la Corte se extendiera dos años más, a instancias de López Obrador.
Es curioso, el extravío de Arturo Zaldívar, su distancia cada vez más acusada respecto de la ley y la constitución y la razón, se produce en el momento en que Andrés Manuel inicia su mandato. Una transformación acelerada e inexorable. Atrás quedaban aportaciones dignas de mención del ministro: la reforma de derechos humanos, el andamiaje legal del bloque de constitucionalidad, el efecto corruptor, etcétera. Desde 2018 se alinea con el poder ejecutivo, confundiéndose con él, renunciando a la independencia judicial a la que obliga la separación de poderes. Adopta entonces criterios y decisiones que liquidan en lo personal sus aportaciones previas, adhesiones inexplicables a las políticas del gobierno federal, defensas bizarras de directrices inconstitucionales: la reforma inconstitucional de la ley eléctrica, la formulación inconstitucional de la prisión preventiva oficiosa, la aprobación y formulación de la consulta para enjuiciar a expresidentes, etcétera. Marcos Pérez Esquer habla con razones fundadas de “El ‘primer Zaldívar’ y el ‘segundo Zaldívar’”. Porque fueron dos Zaldívar los que ocuparon el lugar de Arturo en la SCJN. El primero, el jurista solvente y competente, animado por el servicio a la sociedad; el segundo, el activista plegado a Andrés Manuel a quien no importó renunciar a la independencia del poder judicial.
Renunció Zaldívar, pero tanto cálculo, incluso para elegir las fechas en que presentar la dimisión, son indicativas de que busca algo más que no le da su pertenencia a la SCJN, que la excede, que la sobrepasa. El exmagistrado trabajará con Sheinbaum para elaborar la reforma del poder judicial. Pero esa reforma en términos personales es algo más, la posibilidad de convertirse en el primer jurista de México. En realidad, hace mucho que Zaldívar debió de presentar su renuncia. Hace mucho que dejó de servir al poder judicial para servirse de su cargo.