“Soy de Guerrero señores y por Guerrero me han de encontrar”, dice una canción popular muy sonada en mi tierra que te remite a Coyuca de Catalán, donde yo nací; y otra quizá más famosa que dice, “vámonos para Guerrero”. La evocación es muy clara, todas ellas invitan, hablan de lo que tiene ese maravilloso estado, de las bellezas naturales sin igual.
Muchos compositores han encontrado en las playas, en los atardeceres, en el clima, en sus mujeres, en sus carrizales o en sus barcos, la inspiración para escribir verdaderas obras. Hoy viene a mi mente la “María Bonita”, de Agustín Lara, pero también recuerdo las de Juan Gabriel, las que cantó y sigue cantando Luis Miguel. Tengo en mente el famoso grupo Acapulco Tropical del inmortal Rigo Tovar.
Sé que estrellas de todo el mundo visitaron la Perla del Pacifico en momentos de gloria. Me vienen a la memoria Frank Sinatra, Elizabeth Taylor, Gloria Gaynor, Farrah Fawcett, Tarzán y sin duda muchos más. Elvis Presley también cantó para Acapulco, lo mismo que Neil Diamond, Raphael, y muchísimos más.
Casi todos en México tienen un recuerdo de Acapulco, donde la luz del cielo es de azul intenso, donde las estrellas se sienten cerca y donde todo es del color que cada uno quiere que sea. Acapulco es la tierra donde el amor florece, donde muchos fueron soñados y quizá unos más creados. En Acapulco se pasan las mejores vacaciones, se encuentra a los mejores amigos, se come extraordinario, se vive la vida del sueño de cualquiera.
Pues ese acapulco que todos tenemos en la mente, el de la hermosa bahía, el de las fiestas interminables, el de las bodas, el tenis, la playa, la pesca; el Acapulco de la música y la inspiración, por el que muchos conocen Guerrero y sin duda México, hoy no existe.
El Acapulco de hoy está destrozado, devastado, aniquilado y desaparecido. Las casas que están más allá de la costera o de la Av. Cuauhtémoc, las que están fuera de la zona de Costa Azul, o del Acapulco tradicional o Diamante, que sin duda hemos visto en fotos de redes sociales o televisión, simplemente han desaparecido.
No queda lámina sobre lámina, no quedan puentes de paso en los ríos y en los arroyos, no quedan tuberías para transportar agua potable, no queda pavimento sobre las calles.
El Acapulco del pueblo que da servicios a los turistas, ese donde vive la señora Erika, el señor José, o Luis, Flavia, Candelaria, Don Rodolfo, Juanito o el nombre que quieras o recuerdes de quien en algún momento te tendió la mano y te dio un servicio, ese ya no está, y lo peor es que no estará más.
Lo que se vivió hace unas horas y que hoy conocemos a cuentagotas por las historias que nos cuenta nuestra gente, es simplemente desolador, triste; no tengo palabras para expresar eso que siento en mi panza, en mi corazón, en mis manos llenas de impotencia.
Hoy sé que la gente del Acapulco que normalmente no vemos o no queremos ver o que simplemente no sabemos que existe, la está pasando muy mal y lo peor es que no tenemos para cuando la pase mejor, no sabemos cómo se les va a ayudar por parte de quien tiene esa obligación y no existe organización de la sociedad civil que tome la batuta, porque la sociedad civil está deteriorada y casi desaparecida.
¿Nos sorprende la rapiña? ¿Vemos con indignación el saqueo a las tiendas? No veo por qué la sorpresa y el asombro. Una sociedad golpeada, ultrajada, siempre minimizada, sin educación, sin oportunidades y sin incentivos, llena de violencia, acostumbrada a la barbarie, a la matanza, al robo, por qué debería ser diferente.
Esta sociedad todo el tiempo se está cuidando de todo, del que la va a robar en el transporte público, del violador, del explotador, pero también del patrón gandalla (no todos son patrones gandallas, pero si muchos), del supervisor, del policía, del político; hoy ¿por qué no habría de hacer lo que está haciendo?
No se justifica, sin duda. Un acto de vandalismo es un acto de vandalismo, pero en un pueblo sin ley y sin autoridad, hoy solo se hace lo que se ve.
La ley nos iguala, la ley es lo que nos mantiene en civilidad, pero cuando ésta no existe o se ejerce a conveniencia, no existe el civismo. Acapulco es hoy así.
Va a pasar mucho tiempo, muchos meses y seguro muchos años para que Acapulco se recupere. Me atrevo a decir que no se va a recuperar del todo. La tragedia de esta semana es profunda y deja ver heridas anteriores, exponiendo la verdadera esencia de Acapulco.
Será momento de revisar qué se hizo bien y qué se hace mal. En un estado donde todo se resuelve con dinero, a medias y con corrupción, muchos son responsables de la devastación, pero quien que tenga las manos limpias que dé el primer paso.
Quiero poner mi parte, estoy listo para el llamado y ponernos a trabajar. Quiero ir y sumarme a la gente del puerto para limpiar, recoger basura, pegar ladrillo, tirar una cuerda o lo que se requiera. Sé que muchos como yo, están listos. Juntos vamos a recuperar Acapulco. ¿Quién se suma?