Editorial. Acapulco, la casa de todos

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Tengo el mejor recuerdo de Acapulco, como seguramente muchos mexicanos, soy guerrerense, viví en Acapulco muchos años, ahí conocí a mi esposa, y me casé con ella una noche maravillosa de mayo cerca del mar, disfrutando una tarde extraordinaria, con uno de esos atardeceres mágicos que solo se pueden ver en el cielo de Acapulco.

Mi vida política se desarrolló a partir de lo que viví en Acapulco y después de algunas responsabilidades y cargos de elección popular en el 2015 fui candidato a Gobernador de mi querido Estado. En campaña hice una declaración que hoy viene a cuento, “Si Guerrero se incendia, se incendia el país”. El contexto era de catástrofe, como lo es hoy.

La ola de violencia era muy grande, habían desaparecido 43 estudiantes de la escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos que esté en Ayotzinapa, había muchos secuestros y se vivían momentos de caos.

Hoy vivimos momentos de tragedia y creo que podemos entender que la responsabilidad de resolver el problema que se generó por el huracán Otis, que dejó daños en casi la totalidad de las viviendas de Acapulco y daños incuantificables, es de todos y sin duda del gobierno actual.

Sin importar colores partidistas o ideología, hoy puedo decir que, si no somos capaces de rescatar Acapulco, será imposible sacar a delante a México.

Lo digo en el mejor de los sentidos y con el mayor de los ánimos de sumar esfuerzos para que trabajemos con la idea de un nuevo Acapulco. La reconstrucción debe ser total. Casi el 100% de las casas tienen algún daño, todos tenemos alguna afectación, la gente no tiene nada y será difícil que recupere lo que perdió. El plan para la reconstrucción debe ser integral y las decisiones adoptadas desde el poder son fundamentales para contribuir al bien común.

Una crisis es una oportunidad. Acapulco tiene la oportunidad de levantarse apostando por lo bueno que tenía y desechando lo malo. Tiene la oportunidad de limpiar lo que la afeaba en lo material y moral. Tiene la oportunidad de que sea no sólo enclave privilegiado para el turismo, sino ante todo para los acapulqueños. Estamos ante la posibilidad de que medidas a corto, medio y largo plaza hagan de Acapulco un lugar excepcional.

Urge el trabajo conjunto de políticos y sociedad, prescindiendo cada quién de sus intereses a la búsqueda del bien mayor. La reconstrucción es tarea de todos, no de unos cuantos; es trabajo de toda la sociedad sin excepción. Hoy son las despensas, la ayuda económica inmediata, el restablecimiento de agua y luz, el orden en locales y establecimientos de abasto y consumo. Mañana será planificar debidamente colonias, casas, avenidas, calles, alumbrado, etcétera.

Desde ahora hay que colaborar para recuperar Acapulco porque Acapulco es Guerrero. Perder Acapulco es perder Guerrero. Si el compromiso flaquea y se extravía, al abandono de los acapulqueños se sumará el de los guerrerenses, precipitando al Estado en una inestabilidad social sin precedentes con consecuencias para México. No podemos fallar a Acapulco, Guerrero y México. La casa de todos la hacemos todos. Hay que apoyar a Acapulco.

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