Día de Muertos: Conocimiento compartido y aprendizaje mediado

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La cultura entendida como un sistema magno de signos que constituyen prácticas
y formas simbólicas, da origen al conocimiento intersubjetivo de los pueblos,
quienes desarrollan acciones de producción de saberes cristalizadas en hábitos,
rituales, manifestaciones e infraestructuras, que son el software de una sociedad
interconectada con su pasado, que no es otra cosa que una ingeniería cultural
desmaterializada y viva al mismo tiempo, tal y como se muestra el Día de Muertos.
Para cuando se lea este texto ya habrá pasado dicha fecha, pero no quería dejar
pasar la reflexión, que enuncia: Pensamos la cultura con los objetos, signos
naturales y artificiales que nos rodean como sociedad.

IMAGEN: BBC News


El Día de Muertos se piensa con sus propios procesos y sistemas de reproducción
social, desde las flores hasta las veladoras e imágenes; se constituye desde una
unidad de significado que encarna conocimiento, y que no necesita la cientificidad
de Descartes o la argumentación de Bacon, para dar sentido a una imaginería
cultural única de nuestra riqueza milenaria, que por sí misma es conocimiento que
se comparte y se mantiene sin la presencia androcéntrica de una ciencia que
descompone más que arreglar, y es una especie de soldadura extraña ante el
carácter de nuestras tradiciones, que lejos de ser “tropicales” son variedad casi
infinita de posibilidades, que hacen evidente la distinción metódica de la
existencia concreta de México y América Latina ante Europa y el Norte,
totalizadores ambos de la multiplicidad de principios culturales y humanos.


Supercherías que nos hablan del fin de la historia universal, del fin de los tiempos
del capitalismo y del fin de las ideologías, todas y cada una son aseveraciones
colonizadoras que no entienden, o ni siquiera les importa, el concepto de identidad
y acción fenoménica de las Américas.

Para ellos (Europa y el Norte) aún vivimos

en la barbarie, porque no encontramos el espíritu que proclamaba Hegel, como
ese que libera y crece en el desarrollo histórico de la fabricación de la colonialidad,
hoy estética, otrora violenta y sangrienta.


Se acaba su noción de historia, pues se han suicidado al no respetar la
naturaleza, y al objetivar la vida de los habitantes del sur, como consumidores
explotados que viven en cuasi democracias, cuyo fin es un pretexto de
funcionalidad como mecanismo legitimador de los intereses hegemónicos para las
masas.


La cultura no puede ser económica y política a la vez (¿o tal vez sí? Habría que
preguntar a Baudrillard, si aun viviera) pues América Latina se mueve, combina y
existe desde la opresión, vivimos ante las nociones del conocimiento de unos
acomplejados por su escaso territorio y geopolítica unidireccional.


Nosotros somos plurales ¿qué sería de Europa sin los ingredientes de las
Américas para sus comidas? de conocimiento hecho y diseñado desde las
contextualidades periféricas, que gritan la existencia de un nuevo giro lingüístico
descolonizador, una dialéctica del ser libre y de negar la negación del campo
científico como sistema de afirmación negada, parafraseando al gran filósofo
Enrique Dussel.


Día de Muertos no es un pretexto para esta crítica, es más bien, una acción que
determina nuestras necesidades y hechos sociales, no es la visión blandengue de
la multinacional del ratón con lobotomía patriarcal, es nuestro pasado no repetitivo,
más bien inventivo, es conocimiento y al mismo tiempo aprendizaje mediado por
ancestros que han fungido como mediadores culturales, que resisten los embates
del multiculturalismo biodegradable.


Texto pequeño para días de asueto que no quita el tiempo a la vida social de las
cosas que en verdad importan.

LA CIMA 03/11/23
Textos híbridos de periodismo contemporáneo

Bernardino Rubio Tamariz

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