Continuismo o cambio

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Estamos en estos momentos en lo que se conoce como la veda electoral, la etapa en la que se apaga el bullicio propio de las campañas electorales para que, en serenidad, las y los electores reflexionemos tranquila pero concienzudamente sobre el sentido de nuestro voto.

Hacer esta reflexión implica no solamente sopesar los perfiles de las y los candidatos, y de sus propuestas, sino evaluar el desempeño del gobierno en turno. Esto último es clave en una democracia; la posibilidad de premiar al gobierno refrendando nuestro voto por la misma fuerza política, o castigarlo eligiendo a otra, es un aspecto toral de cualquier elección. No en balde el propio presidente, entrometiéndose ilegalmente por enésima ocasión en este proceso, ha dicho que él lo ve como un plebiscito o referéndum a su gobierno. Como siempre, el presidente piensa que todo gira en torno a él, si se trata de una boda quiere ser el novio, si es bautizo quiere ser el niño y si es funeral quiere ser el muerto, siempre es él el centro de todo, pero esta vez algo de verdad hay en sus palabras. Claro, exagera un poco porque evaluar su gobierno no es lo único que importa para decidir el voto, ya decíamos de la importancia de conocer los perfiles y propuestas de quienes contienden, pero es cierto que evaluar a su gobierno también es muy importante.

Pues bien, aceptándole el reto, haré mi propia reflexión. Empiezo por lo bueno de su gobierno. Seré breve, no queda más remedio. Destacan dos cosas: el incremento de los salarios mínimos, y la reducción de la pobreza moderada. Lo primero implicó una recuperación de la capacidad adquisitiva de uno de cada tres trabajadores, pero el resto, los que ganan más de un salario mínimo, no se benefició, y sí se vio perjudicado por la inflación. Y en cuanto a lo segundo, habría que decir que, si bien se redujo la pobreza moderada, aumentó la pobreza extrema, y que la reducción de la primera obedeció a los programas sociales que, si bien son necesarios y hasta indispensables, en este gobierno se manejaron en opacidad y un sesgo claramente electorero. Hay quien agrega a lo positivo la fortaleza del peso, pero ese no es mérito del gobierno, obedece al diferencial de tasas de interés entre Estados Unidos y México, a las remesas y al nearshoring.

Ahora bien, por el otro lado, están los aspectos negativos, y ahí sí, esta columna no cuenta con el espacio suficiente para tocarlos todos. Señalaré los más importantes:

  1. ¿Se redujo la inseguridad? No, este ha sido el sexenio más violento de la historia con 188,000 asesinatos. En palabras del propio presidente, sin paz no habría transformación, y pues no, no la hubo.
  2. ¿Mejoró el sistema de salud? ¿estamos como en Dinamarca? No, empeoró enormemente al quitar a 30 millones de mexicanos el acceso a la salud, recortando en 4 años la esperanza de vida, permitiendo la muerte de 800 mil personas en la pandemia de las cuales 300 mil se pudieron haber salvado con una buena gestión de la misma, dejando sin medicinas a niños con cáncer y a otros enfermos, etc.
  3. ¿Mejoró la educación? No, la prueba PISA reveló un retroceso enorme, se cambiaron los libros de texto para adoctrinar políticamente a la infancia, se devolvió el control del sistema educativo a las mafias sindicales, se dejó de evaluar a los maestros, y ahora hasta nos retiramos de la prueba PISA.
  4. ¿Nos endeudamos? Sí, contrario a lo prometido, la deuda aumentó de 14 a 17 billones de pesos, es decir, de 45 a 50 puntos del PIB.
  5. ¿Hubo inversión pública? Sí, pero no en lo que se necesitaba. El dinero se dilapidó en los proyectos faraónicos e inútiles del AIFA, Dos Bocas y el Tren Maya, pero nada en infraestructura realmente productiva como la energética, por ejemplo.
  6. ¿Se cuidó el medio ambiente? No, todo lo contrario. Se carbonizó más la economía con las plantas de CFE y con Dos Bocas, y el Tren Maya fue un ecocidio.
  7. ¿Bajó la gasolina a 10 pesos como se prometió? No, está a 24 pesos el litro.
  8. ¿Acabó la corrupción? No, Segalmex fue peor que la estafa maestra, los escándalos de familiares y círculo cercano del presidente fueron de antología, y la connivencia del gobierno con el crimen organizado creció exponencialmente.
  9. ¿Regresaron los militares a los cuarteles? No, se militarizaron hasta las aduanas, pero la delincuencia organizada fue intocable.
  10. ¿Mejoró la democracia? No, el autoritarismo capea y la amenaza gravemente.
    En fin, esta lista podría seguir, pero desde mi opinión, cada uno de estos puntos justifica con creces un voto de castigo. Yo voy por un cambio, voy con Xóchitl.

Por Marcos Pérez Esquer
@PerezEsquer

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