“Ciudadano Sheridan” en los altares

Fecha:

Después de destituido como integrante del grupo encargado de revisar el proceso de auscultación de candidatos de oposición, convienen al sr. Sheridan, sedicente intelectual con aspecto de higiene lejana, unas palabras del joven Napoleón: “Estoy destinado a la grandeza, pero los que ostentan el poder sólo me ven como una espada”. No asombra el título de ciudadano-ejemplar. Sorprendió, en cambio, su inmediata remoción como miembro de una comisión-ejemplar y su previsible cansancio a causa de la desilusión que sucedió al antecansancio de la ilusión primera en apego al apunte de Fernando Pessoa: “El cansancio de todas las ilusiones y de todo lo que hay en las ilusiones: su pérdida, la inutilidad de tenerlas, el antecansancio de tener que tenerlas para perderlas, la amargura de haberlas tenido, la vergüenza intelectual de haberlas tenido sabiendo que tendrían tal fin”. La extravagante y efímera gracia estuvo precedida de una campaña de mixtificación muy art pompier. Letras Libres promovió inopinadamente a los altares del santoral laico a “ciudadano Sheridan”. El editor de la publicación operó como audaz postulador de la causa a contrapelo del qué dirán. La estratagema de canonización exhibe doloso artificio. No es descartable que la iniciativa se debiera a otra humorada del “proverbial escritor” -miembro nada sospechoso del consejo de redacción de la efervescente y plural revista dedicado a los elogios mutuos-, semejante a la que lo compara con Jorge Ibargüengoitia que es equiparar un cono de papel con un vaso de cristal de Bohemia o una figura de plastilina con una porcelana de Sèvres. Previamente, la alzaprima del sr. Sheridan como primer humorista de la nación y primer escritor apañadito de México había defraudado expectativas dirigidas a generar adhesiones hacia el ahora magnífico ciudadano-ejemplar. Paradójicamente el postulante olvida consignar milagros que se exigen para incoar toda beatificación como prueba de la intercesión del aspirante ante la providente sociedad. Insiste en destacar actuaciones del sr. Sheridan resultado de vivir las virtudes en modo heroico (de manera sobresaliente la caridad, la templanza y la humildad), pero en ningún momento registra decisivos y públicos portentos. 

A “ciudadano Sheridan” se deben milagros efectivos con lujo de testigos que el postulador excluye de sus apuntes quizás por modestia o discreción, quizás por perfidia o ardid, incuestionables también para advocatus diaboli. Y no uno, como estipula el articulado canónico, sino variado repertorio que revela el advenimiento en México del redentor laico, únicamente inmiscuido en cosas de este mundo a riesgo incluso de su vida que no contempla otra. Tesitura que con elegancia el severo postulador sugiere a la imaginación del lector, pero trampantojo que no enmienda el olvido definitivo de prodigios sine quae non para que sea postulado con garantías. De manera que insinúa con timidez y temor que “ciudadano Sheridan” es en realidad “ciudadano Sheridan pero no tanto” o “ciudadano Sheridan pero menos”. La maniobra de Letras Libres para elevar a los altares al sr. Sheridan parece torpe e indolente ante pruebas y testimonios abrumadores, operada por quien recibe un mandado ejecutado con escasa convicción. La negligencia adquiere proporción de fechoría al prescindir voluntariamente de los milagros realizados por “ciudadano Sheridan” que rebajan su estatus al doméstico y familiar de sr. Sheridan. Para quien no se hace de la vista gorda, ahí están actuaciones sobrenaturales de “ciudadano Sheridan” o del sr. Sheridan según fama: treinta años apenas presente en el Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM; cuatro décadas recibiendo de manera casi consecutiva el nivel más alto de la beca al desempeño académico incumpliendo requisitos; seis lustros permanenciendo en el Sistema Nacional de Investigadores de Conahcyt faltando a artículos de obligado cumplimiento del reglamento (pinchar aquí y aquí). Para desprevenidos, lo maravilloso no reside en el trato de favor, sino en la milagrosa impunidad con que el poder político y académico cobija a “ciudadano Sheridan” desde hace medio siglo. Todo indica que el sr. Sheridan no asumirá culpa ni recibirá castigo, lo que requiere excesiva nobleza o intervención divina, impropio de santos laicos a manera de Letras Libres.

Estuche de monerías, el sr. Sheridan destaca como humorista portátil y “escritor proverbial”, y ahora también como ciudadano-ejemplar. Además de virtudes en grado heroico, todo tipo de milagrerías avalan la postulación de “ciudadano Sheridan” a los altares en calidad de laico patrono del aviador académico y, en atención a su rutilante magisterio, extensible a cualquier tipo de aviador.  

spot_img

Compartir noticia:

spot_img

Lo más visto