Agenda despótica

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Hay instituciones abocadas al fracaso desde su fundación porque el fracaso justifica su existencia como instituciones. Pretender otra cosa sería desconocer su realidad y su origen. Las buenas palabras operan como declaración de intenciones confinadas a buenas palabras. No existe más pretexto que reuniones periódicas de individuos que previamente ya han decidido lo relativo a la orden del día. La Organización de Naciones Unidas ilustra la ineficiencia de un organismo que nació con generosas expectativas reducidas de inmediato a nada a causa de los intereses de los miembros del Consejo de Seguridad, organismo que controla al organismo. Publicitando ampliamente sus actividades, siempre termina silenciándolas. Decepciona incansablemente los propósitos que justifican su existencia: mantener la paz, promover la concordia entre naciones, fomentar la cooperación internacional.

Ante la inoperancia, la ONU misma reorienta su intervencionismo. Quizás aceptación de la realidad, quizás evasión al encuentro de una eximente. La tesitura crítica invita a torpezas que rescaten por un momento un protagonismo malogrado. En este contexto irrumpe la Agenda2030, compendio de ocurrencias impuesto a naciones al margen de su soberanía. Los puntos consignados en el vademécum proceden del marxismo cultural en su versión más beligerante estipulada en la ideología de género. Lo relevante es la estrategia mediante la que la ONU ha logrado la adhesión de numerosos países a la Agenda2030. Los gobiernos promueven la afección a espaldas de los ciudadanos, como política de hechos consumados, sin que se hayan pronunciado. La democracia desaparece a la hora de decidir las prioridades de una nación, orillada por un autoritarismo que manipula para someterla a su servicio. La ONU no recoge el marxismo cultural como ideario, ni siquiera contempla entre sus competencias la intervención en la vida interna de las naciones. La querella no reside en que esa Agenda sea conveniente o no, sino en que los gobiernos operan marginando a los ciudadanos para adherirse a unos principios que en sentido estricto debieron de haber sido votados por la población. La ONU fracasa en todo para lo que fue creada, pero actúa de manera eficiente en contra de sus facultades para cooptar gobiernos. No pocas constituciones nacionales han sido modificadas en silencio para ajustarse a la Agenda2030.

La ONU practica actuaciones distintas a las que le corresponden. Ejerce su autoridad supranacional mediante maniobras desconocidas excepto para reducidos grupos de funcionarios. Opera un gobierno mundial en complicidad con una mayoría de naciones a cuyos ciudadanos se retira el derecho a voto. La traición no es sólo de la ONU que traiciona sus principios originarios, sino de los gobiernos que traicionan a sus poblaciones al maniobrar en lo oculto. Todo indica que el gobierno mundial reside de facto en la ONU, implementando directrices acomodadas a prioridades sin haber sido consultadas democráticamente. Lo alarmante de la Agenda2023 no son sus propuestas, sino su imposición despótica.

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