Las transiciones de poder
Uno de los episodios significativos cada cambio de gobierno es la manera en que se traspasa el poder. Desde el año 2000, inicio de la transición, habitualmente el traspaso ha sido respetuoso pese a diferencias entre el presidente saliente y el entrante. Así fue entre Ernesto Zedillo y Vicente Fox; más tensa entre Fox y Felipe Calderón; tersa entre Calderón y Enrique Peña Nieto. Peña Nieto no traspasó el poder a Andrés Manuel López Obrador, sencillamente abdicó y se desapareció, de modo que López Obrador no esperó al 1 de diciembre de 2018 para asumir la investidura, sino que se proclamó presidente el mismo día que se conocieron los resultados de las elecciones.
La actitud de Peña se consideró indigna, impropia de un presidente, aunque tampoco tenía margen de maniobra como mandatario desacreditado en lo personal y acosado por la corrupción. Hay quien especula con que esa renuncia extemporánea a la presidencia fue exigida por Andrés Manuel a cambio de la impunidad de la que todavía disfruta.
Las transiciones de poder han sido maniobras burocráticas, en ocasiones incluso políticas, apegadas a ciertos protocolos presididos por el respeto entre el viejo mandatario y el nuevo. Los traspasos con frecuencia se han producido en un ambiente discreto, en que las buenas palabras se imponían a todo lo demás.
El traspaso de poder entre López Obrador y Sheinbaum
Llama la atención el traspaso de gobierno entre López Obrador y Claudia Sheinbaum. El equipo de la virtual presidenta está coordinado por Juan Ramón de la Fuente quien se ha limitado a anunciar el comienzo de las tareas. En realidad, se trata de una transición-no transición, de un traspaso-no traspaso.
La semana pasada se evidenció que el traspaso es continuidad, que sobre Sheinbaum se encuentra Andrés Manuel y que éste no está dispuesto a desprenderse de la banda presidencial hasta el día en que se la ponga Sheinbaum.
Tras la victoria de Morena, la moneda mexicana perdió valor y la bolsa se desplomó. Los mercados reaccionaron a las reformas que López Obrador quiere introducir en la constitución y que el Congreso y el Senado aprobarán sin problemas al detentar Morena y aliados mayoría calificada. Las reformas fueron frenadas en febrero cuando no contaba con mayoría calificada en ninguna de las dos cámaras, pero poco antes de las elecciones del 2 de junio anunció que las volvería a turnar para aprobarlas en septiembre, antes de la toma de posesión de Sheinbaum. Inquieta a los mercados la reforma judicial que genera inseguridad en los inversionistas.
Ante la inestabilidad del peso y con el propósito de tranquilizar a los mercados, Sheinbaum anunció que Ramírez de la O seguiría al frente de la secretaría de Hacienda y que quizás se celebraría un congreso abierto para discutir las reformas. Horas después Andrés Manuel afirmó que la justicia está por encima de la economía y que las reformas se tramitarán una vez que se constituyan las dos cámaras. Justificó además el nerviosismo de los mercados como algo normal después de elecciones presidenciales.
Transición o continuismo
Estas maniobras muestran que Andrés Manuel no cede a Sheinbaum espacio alguno para obrar a su criterio, que las decisiones fundamentales las sigue tomando el actual presidente, que la transición es solo continuidad de la misma persona que ejerce el poder aunque en apariencia lo ejerza alguien más. El mensaje que envió López Obrador con el pretexto de Sheinbaum es que él es dueño del poder y que lo detentará al menos hasta el fin de su mandato. Algo que se ha señalado pero no subrayado es que era costumbre que el presidente saliente guardara una cantidad de dinero para que el entrante pudiera comenzar a gobernar. En este caso, no hay dinero destinado a este rubro como confesó el propio López Obrador quien zanjó la cuestión afirmando que eso no es importante porque los recursos salen de cualquier parte.
La situación de Sheinbaum y su equipo de transición es delicada: no hay nada que transitar porque lo fundamental se resolverá antes de que la nueva mandataria tome posesión del cargo; no hay partida económica que facilite el quehacer del nuevo Ejecutivo porque debe aplicarse a las pautas previamente consignadas.
No se sabe si Sheinbaum está de acuerdo con este programa de gobierno, pero desde luego su conformidad no es significativa para López Obrador. Claudia Sheinbaum accede a la presidencia en unas circunstancias inéditas: el partido Morena se debe a Andrés Manuel, el capital político que votó a Claudia pertenece a López Obrador, la campaña a la presidencia la hizo López Obrador limitándose Sheinbaum a obedecer la estrategia implementada desde Palacio Nacional, los votos el día de las elecciones refrendó el gobierno de Andrés Manuel. En tres años, hay revocación de mandato, límite mínimo para que Sheinbaum se siga sometiendo a los designios del presidente.
No hay traspaso ni transición de poderes o de administraciones del poder. Sólo continuidad que asegura no la presidencia de Sheinbaum, sino López Obrador por medio de Sheinbaum.