Depresión Navideña: ¿mito o realidad?

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El periodo navideño, caracterizado por la reunión familiar y la reflexión personal, puede llevar consigo una carga emocional significativa. Si bien muchos disfrutan de la calidez y la gratitud, para otros, las altas expectativas pueden generar tensión, ansiedad y estrés.

Según la Asociación Americana de Psicología, las festividades pueden ser estresantes debido a factores como tensiones familiares, soledad, pérdida de seres queridos y problemas económicos.

Un estudio canadiense destaca la soledad (40%) y la ausencia familiar (38%) como factores estresantes comunes. La presión social y el consumismo también contribuyen a la melancolía navideña. Además, tras un año desafiante como 2023, marcado por la post-pandemia, las dificultades económicas y la separación de seres queridos pueden intensificar las emociones.

A pesar de la creencia popular, estudios indican que no hay un vínculo significativo entre la depresión, el suicidio y las festividades. Más bien, se observa una disminución de estos índices durante los meses festivos. Sin embargo, se destaca un efecto rebote, con un aumento en las visitas a unidades de psiquiatría después de la Navidad.

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La llamada «depresión navideña» es un estado de ánimo negativo y temporal, no reconocido oficialmente, pero considerado por muchos profesionales de la salud mental. Si persiste y se acompaña de síntomas adicionales, como pérdida de interés en actividades previas, podría evolucionar hacia un Trastorno Afectivo Estacional (TAE). La clave radica en reconocer y abordar estas emociones para prevenir posibles complicaciones en la salud mental.

Lidiando con la Melancolía Invernal: ¿Trastorno Afectivo Estacional en Juego?

En ciertas partes del mundo, las celebraciones navideñas coinciden con la llegada del invierno, dando lugar a momentos que podrían asociarse más con la depresión estacional que con la depresión navideña.

El Trastorno Afectivo Estacional (TAE) es una forma de depresión que sigue un patrón estacional, especialmente vinculado con la temporada invernal. Este fenómeno afecta principalmente a mujeres, jóvenes y aquellos con historial familiar de depresión, trastorno bipolar o TAE.

La base de esta condición radica en los días cortos, oscuros y fríos del invierno, más que en las festividades navideñas en sí.

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La escasa exposición a la luz solar y la baja luminosidad impactan directamente en dos neurotransmisores cerebrales esenciales: la melatonina y la serotonina, encargadas de regular los ciclos de sueño, la energía y el estado de ánimo.

Investigaciones indican que la disminución de horas de luz se traduce en una menor producción de serotonina, lo que puede resultar en un estado de ánimo decaído y menor energía.

Si los síntomas persisten por más de dos semanas, es fundamental consultar a un profesional de la salud mental para abordar adecuadamente estos desafíos emocionales.

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