¿Un Estado palestino?

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En los meses de febrero y marzo, el presidente de España, Pedro Sánchez, realizó una gira por diferentes países europeos para sondear la posibilidad de proclamar oficialmente el Estado de Palestina. No consiguió ningún apoyo significativo excepto el de Irlanda y Noruega. El rechazo de los países europeos más relevantes no se debió a indiferencia o desinterés frente a la tragedia de israelís y palestinos. Proclamar la existencia de un Estado palestino no es iniciativa exclusiva del presidente español aunque la utilice para promocionarse. Es una opción que lleva en la mesa de negociaciones internacionales desde hace casi ochenta años. 

El 14 de mayo de 1948, David Ben-Gurion proclamó la creación del Estado de Israel. Al mismo tiempo, era necesario solucionar el estatuto de Palestina. En esas jornadas se impulsó la importancia de reconocer también el Estado de Palestina. Pero los países árabes se opusieron a oficializar el nuevo Estado debido a que ese reconocimiento implicaba también el de Israel.

En 1993, se celebraron los Acuerdos de Oslo, oficialmente Declaración de Principios sobre las Disposiciones relacionadas con un Gobierno Autónomo Provisional, negociaciones iniciadas en la Conferencia de Madrid de 1991. Se trató de una serie de acuerdos firmados por la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y el gobierno de Israel, representados por Yasser Arafat e Isaac Rabin, respectivamente, y tutelados por el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton. La Declaración registraba un acuerdo para crear un autogobierno palestino a cargo de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que ejerciera su autoridad en Cisjordania y la Franja de Gaza. Las competencias de la Autoridad palestina en estos territorios concernían a educación, cultura, salud, bienestar social fiscalización, turismo y seguridad interior. Los acuerdos de Oslo fracasaron ante la negativa de Israel dejar de expandir sus asentamientos en las regiones palestinas, pero también a las presiones de los países árabe hacia la Autoridad palestina para no rubricarlos.

El 7 de octubre de 2023, el grupo terrorista Hamás que gobierna la Franja de Gaza atacó Israel dejando más de mil muertos, innumerables heridos, mujeres violadas y niños asesinados. Coincidió la acción terrorista con las últimas negociaciones del acuerdo de Abraham, por el que Emiratos Árabes Unidos y Bahréin pretendían regularizar sus relaciones empezando por el reconocimiento del Estado hebreo. Iniciadas en 2020, ya contaban con la aceptación de Egipto y Jordania. Uno de los propósitos era crear una liga para frenar la influencia de Irán en la región que financia a los grupos terroristas islámicos. El acuerdo de Abraham excluía de la negociación a Palestina, pero abría la puerta a una revisión posterior del acuerdo. La ofensiva de Hamás desbarató los nuevos pactos establecidos sobre el acuerdo de Abraham.  

La mayoría de países europeos se han negado a reconocer el Estado de Palestina por dos motivos fundamentales: no se sabe exactamente cuál es el territorio de Palestina, más allá de referir la Franja de Gaza y Cisjordana, y la ausencia de autoridad política efectiva puesto que la Autoridad Nacional Palestina no puede asumirla al estar en manos de los terroristas de Hamás. El reconocimiento de Palestina supone haber delimitado con precisión las fronteras del nuevo Estado y un gobierno reconocible con autoridad política comprometido con la paz. Al carecer de ambas cosas, los países europeos llaman a la prudencia a la hora de decretar la creación del nuevo Estado. Desde Europa se argumenta que es necesario el nuevo Estado, pero que ahora no es el momento y que, además, es imprescindible la intervención de la ONU y Estados Unidos.

A ojos internacionales, España, Irlanda y Noruega se han precipitado en su reconocimiento del Estado palestino. Basta reparar en las condiciones registradas por Pedro Sánchez en su declaración oficial que carecen de todo consenso y sentido político realista: la creación de un corredor humanitario entre Gaza y Cisjordania y la vuelta a las fronteras de 1967 que implica la devolución de los Altos del Golán arrebatados a Siria en la guerra de Yom Kipur en 1973. Además, solicita que Jerusalén este sea la capital de la nueva Palestina hasta hora ubicada en Ramallah.

Dejando de lado las verdaderas intenciones de Sánchez sobre las que hay legítimas sospechas, las condiciones solicitadas carecen de sentido puesto que necesitan de inicio el consentimiento de Israel que, nada más conocerse el anuncio, ha reaccionado de manera inequívoca por medio de su secretario de Relaciones Exteriores, Israel Katz al acusar al gobierno español de “incitar al genocidio judío”. Hay que recordar que Yolanda Díaz, vicepresidenta de España, declaró hace unos días que Palestina sería libre “desde el río hasta el mar”, en alusión al río Jordán y al extermino completo del pueblo judío asentado en Israel.

La comunidad internacional coincide en la creación del Estado palestino cuando se den las circunstancias adecuadas de las que ahora se carece a riesgo de enconar el conflicto.    

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