La emblemática torre de Isabel, comúnmente conocida como Big Ben, ha recobrado su esplendor tras un meticuloso proceso de restauración. Después de cinco años dedicados a cuidados minuciosos, la torre londinense vuelve a maravillar a transeúntes y visitantes con su imponente presencia y su distintivo sonido, manteniendo así más de 160 años de tradición en la puntualidad inglesa.
En las entrañas de la torre, se visualiza el impecable trabajo llevado a cabo por Ian Westworth, relojero oficial del Gran Reloj, y su equipo. Responsables de mantener en funcionamiento el icónico reloj, cuyo nombre original era Big Ben, Westworth y su equipo han garantizado que la torre continúe marcando el tiempo para los londinenses con la precisión característica de la ingeniería victoriana.
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Con casi cien metros de altura y esferas del tamaño de un autobús de dos pisos, Big Ben ha sido restaurado con delicadeza y respeto por su legado histórico. Desde su construcción en 1859, los relojeros han utilizado métodos tradicionales para asegurar su exactitud, incluso empleando antiguas monedas de penique para ajustar su mecanismo.
La majestuosa torre, declarada Patrimonio de la Humanidad, es mucho más que un símbolo de la puntualidad británica. Nombrada oficialmente Torre de Isabel en 2012 en honor a la difunta reina Isabel II, la estructura se erige como un monumento a la historia y la tradición del Reino Unido.
A pesar de nunca haber sido visitada por la reina, la torre ofrece vistas impresionantes desde lo más alto, revelando panoramas que incluyen el río Támesis, la icónica noria London Eye y el Palacio de Buckingham.
Para Westworth, quien ha custodiado la torre durante las últimas dos décadas, es un privilegio ser parte de su legado. Con la esperanza de que la próxima generación continúe su cuidado, confía en que Big Ben seguirá marcando el tiempo durante muchos años más, manteniendo viva la tradición y el encanto de la puntualidad inglesa.