Los ciudadanos salvadoreños participaron activamente en las elecciones de este domingo, en las cuales se anticipaba según encuestas que el presidente Nayib Bukele alcanzaría su reelección, respaldado por su influyente pero polémica «campaña» contra las pandillas.
A diferencia de elecciones anteriores, algunos recordaron momentos de temor al ejercer su voto, pero la jornada transcurrió con serenidad y orden hasta el cierre de las urnas a las 5:00 de la tarde (hora local).
Con un 87,67% de las actas procesadas, Bukele logró el 53,8% de los apoyos frente al 31,6% de la coalición liderada por la derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y el 13,7% del izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).
Este político marca un hito al ser el primer presidente en la historia democrática de El Salvador con la opción de buscar la reelección inmediata y el primero en asumir consecutivamente la presidencia.
La popularidad de Bukele se ha forjado en gran medida por su enfrentamiento contra las pandillas que afectaban a El Salvador. Durante casi dos años, el país ha estado bajo un régimen de excepción renovado mensualmente, suspendiendo derechos fundamentales como el acceso a un abogado o ser informado de los motivos de la detención.
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En este contexto, más de 76,000 personas han sido detenidas, con un 90% sin sentencia judicial. A pesar de las críticas de organizaciones de derechos humanos, esta estrategia forma la base de la política de mano dura que Bukele ha implementado para combatir la delincuencia y las pandillas en los últimos años de su mandato.
Organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch denuncian arrestos arbitrarios, torturas y fallecimientos en prisión.
Aunque aproximadamente 7,000 personas inocentes fueron liberadas, muchos permanecen detenidos sin poder comunicarse con sus familiares. Los detractores también señalan la ruptura de los controles y equilibrios democráticos desde que Bukele asumió el cargo, al reemplazar a miembros del poder judicial con aliados y postularse nuevamente para la presidencia, a pesar de la prohibición constitucional de un segundo mandato consecutivo.
