El ultraliberal Javier Milei ordenó las cuentas de Argentina en el inicio de su gestión gracias a un ajuste que movilizó el clima político y social; ha derivado en una ola de protestas, incluyendo la de este lunes.
El corazón del plan de Milei para desregular la economía argentina está en un megadecreto que deroga o modifica más de 300 normas y una Ley Ómnibus que en su versión original contenía más de 600 artículos. En estos tres meses, ambos proyectos sufrieron reveses: la Ley Ómnibus fracasó en febrero en el debate de diputados y el megadecreto fue rechazado el jueves en el Senado.
Poco después de asumir, Milei suspendió las obras públicas, no renovó los contratos estatales, redujo los ministerios a la mitad, liberó los precios y los contratos de alquileres y devaluó el peso más de 50%, provocando una inflación de 25.5% en diciembre que se enfrió en febrero a 13%.
La contracara de este «ordenamiento» es la tensión social atizada por despidos, aumentos de precios y de las tarifas de servicios públicos por la quita de subsidios. Los recortes afectaron el presupuesto de universidades, el apoyo estatal al cine y la investigación en ciencia y tecnología.
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Este lunes, cientos de miembros de organizaciones sociales bloquearon accesos a la ciudad de Buenos Aires en reclamo de alimentos para los comedores comunitarios, durante una protesta en la que chocaron en varias ocasiones con la policía, que empleó camiones hidrantes y gases para dispersarlos.
Diego Giacomini, coautor de cuatro libros de economía junto a Milei, contó a la radio que su hoy excolaborador «cree tener una misión divina» que «consiste en transformar Argentina y llevarla a la filosofía del Número Uno, que es Dios, el liberalismo; y sacarla de la filosofía de Satán, que es el socialismo».
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