Las mentiras del Segundo Piso

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Las medias verdades y las mentiras son recurso habitual de Andrés Manuel López Obrador en las mañaneras. Promedia 80 por sesión, cifra que lo convierte en el mandatario más mentiroso. Pero la mentira no pesa en la actualidad como hace treinta años. El ciudadano es tolerante o indiferente a la mentira. Lo políticamente correcto introdujo una solución a las verdades incómodas, la posverdad, en que la percepción se impone a lo comprobable, el interés a lo demostrable, la propaganda a la realidad.

Lo que en los años treinta del siglo XX se llamó propaganda, hoy se llama relato. Lo importante no es pues la verdad, sino el relato o la propaganda con que se presenta el mensaje. La verdad ha dejado de ser una categoría estimable en una porción significativa de la sociedad. Sin verdad no hay ni criterio ni convicción, sino interés y conveniencia.

El segundo piso de Claudia Sheinbaum se levantará sobre el piso firme de las mentiras de López Obrador. No habrá sorpresas en su manera de gobernar, sino continuidad previsible, sin apartarse de lo trazado, recurriendo a la mentira como instrumento privilegiado para seguir construyendo la 4T. Un recuento de las falsedades que vertió se antoja elocuente de la estrategia.


Sheinbaum durante el debate optó por centrarse en la cuestión de seguridad en su gestión al frente de la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, evitando hablar de las medidas de seguridad implementadas por el actual ejecutivo. Con todo, tuvo que recurrir a la mentira y a las medias verdades para maquillar cifras y acciones. Recurrió a su gestión porque está familiarizada con las estrategias aunque los resultados dejaron que desear, y también porque habiendo sido la jefa de gobierno se dotaba de autoridad reactiva aparentemente al cuestionamiento al presentarse como experta.


En ningún momento comentó la candidata de Sigamos haciendo Historia que, como escribe Raymundo Riva Palacio en el artículo “Las mentiras de Claudia”, la paz que viven algunas colonias hasta hace unos años asoladas por la delincuencia se debe a una “pax narca” entre bandas rivales que operan mediante la extorsión y el cobro de piso ante la indiferencia de las autoridades capitalinas.


Claudia afirmó que los delitos bajaron un 51% desde 2018 hasta junio de 2023, mes en que renunció a la jefatura para optar a la candidatura a la presidencia de su coalición. Los porcentajes que arroja el Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP) son completamente contrarios pues indican una reducción de la incidencia criminal del 2.7%. El número de delitos se desglosa de esta manera: 2018: 241,029; 2019: 242,838; 2020: 198,155; 2021: 223,742; 2022: 232,644; y 2023: 234,474.


En relación con los delitos de alto impacto u homicidios dolosos, la candidata de Sigamos haciendo Historia informó una rebaja del 58%. De nuevo, el SNSP desmiente el porcentaje ofrecido por Sheinbaum que exhibe un 9.1% más de homicidios que los de la administración de Miguel Ángel Mancera.


Las cifras que mostró Sheinbaum para demostrar el éxito de su estrategia contra la inseguridad son falsas. Pero lo peor no es que ella no las reconozca, sino el propósito que encubre. Como ella misma ha afirmado, todo indica que no habrá variación sobre la estrategia implementada por López Obrador en la lucha contra el crimen organizado que se resume en “abrazos y no balazos”.

En los hechos, supone la entrega de territorio a las bandas criminales. El saldo de la estrategia de seguridad de Andrés Manuel se eleva hoy a 187,617 asesinatos, superando con diferencias significativas los sexenios de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.

Si Sheinbaum mintió para ofrecer al ciudadano cifras que no se corresponden a la realidad siendo jefa de gobierno, no hay motivo para pensar que en la presidencia de la República no actuará de la misma manera. Con un agravante, hasta ahora López Obrador no ha podido intervenir algunas instituciones que todavía registran cifras reales. No es descartable que durante la administración de Sheinbaum estas instituciones desaparezcan o acepten sin más las cifras proporcionadas desde Palacio Nacional. En este caso, la ciudadanía estará a ciegas, incapaz de valorar la magnitud de la violencia, a merced de los intereses y antojos del nuevo presidente.


El problema de la seguridad es la peor amenaza de la sociedad mexicana. No parece que el próximo presidente tenga la capacidad para enfrentar con una nueva estrategia la violencia, pero tampoco puede exponerse a dar datos oficiales a riesgo de desestabilización social. La mentira volverá a ocupar el lugar privilegiado de este sexenio.

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