La última edición de Eurovisión, celebrada entre el 7 y el 11 de mayo en la localidad sueca de Malmö, ha destacado menos por su nivel musical que por las polémicas que lo han precedido a causa del conflicto entre Israel y Hamás.
Se alzó con el galardón del certamen, el micrófono de cristal, al recibir la puntuación más alta con 591 puntos, el representante de Suiza, Nemo Mettler, tras 36 años sin que el país helvético ocupara el primer lugar. The Code, título de la canción, sobresale tanto por su calidad como por su mensaje a favor de inclusión y la identidad no binaria.
En palabras de Nemo, su canción “trata sobre el viaje en el que comencé a darme cuenta de que no soy ni hombre ni mujer. Encontrarme a mí mismo ha sido un proceso largo y complicado para mí, pero nada me hace sentirme mejor que la libertad que he ganado al ser consciente de que no soy binario”.
El concurso estuvo antecedido de los conflictos entre diversos concursantes y la representante de Israel, Eden Golan, que se hizo con el quinto puesto con el controvertido tema Hurricane. Antes, el artista de Países Bajos Joost Klein había sido descalificado de la Gran Final debido a un “comportamiento inapropiado” que supone “una violación de las reglas del concurso”.
La cantante hebrea no sólo se centró en su interpretación, sino que se preparó mentalmente para resistir abucheos y descalificaciones de modo que no perturbaran su actuación. La cantante no pudo contener las lágrimas cuando acabó su última interpretación.
Desde su llegada a Malmö, Golan fue objeto de acoso por parte de activistas pro palestinos. La organización de Eurovisión destinó medidas de seguridad para protegerla de cualquier acto de violencia.
No faltaron denuncias de otros artistas israelís hacia el acoso al que se sometió a Eden Golan. En particular, Noa Kirel, representante del país hebreo en la edición de 2023, señaló a tres concursantes de antisemitismo después de que éstos hayan apoyado públicamente a
Palestina y condenado las acciones bélicas de Israel en la franja de Gaza. Según Kirel, son antisemitas los concursantes de la edición anterior Loreen de Suecia, el finlandés Käärijä y la noruega Alessandra Mele.
Llama la atención que los tres hayan representado a los países escandinavos. Alessandre Mele, portavoz esta vez de Noruega, renunció a última hora a su portavocía después de utilizar la televisión pública de su país para acusar de genocidio a Israel. Käärijä también renunció a participar en la entrega de puntos en representación de Finlandia.
Finalmente, Loreen, la ganadora de la edición de 2023, informó que en caso de ganar Israel no entregaría personalmente el trofeo sino que lo dejaría en el escenario en protesta por el conflicto palestino.
Las protestas que aumentan en Occidente en contra de Israel llegaron a la sala de prensa del Malmö Arena, en que se celebró la gala. La actuación de Golan suscitó dos reacciones de signo contrario. Por un lado, los periodistas israelíes, en primera fila y ataviados con la bandera de su país, festejaron con entusiasmo la interpretación de su representante.
En otro lado, el resto de enviados para cubrir el evento observaba sin mayor interés. De hecho, algunos periodistas abandonaron la sala sin esperar a que terminase la actuación de Golan como ha quedado registrado en algún mensaje de X.
Al concluir, se produjo un momento incómodo. Apenas arrancó otros aplausos y vítores que los de los periodistas hebreos. El silencio y la indiferencia hacia Golan han sido las notas destacadas. No así la reacción del público que lanzó sonoros abucheos durante la interpretación y que la Unión Europea de Radiodifusión (UER) intentó acallar sin conseguirlo.
La división entre Israel y Palestina, el conflicto entre ambos países, llegó a un certamen caracterizado por abogar en favor de la paz y la concordia. No faltaron voces que cuestionaron la participación de Israel en Eurovisión no siendo un país europeo y proponiendo que se invite en la siguiente edición a Palestina.
Esta situación exhibe que Eurovisión no es sólo un concurso destinado a subrayar la unidad de los países europeos por encima de diferencias, tensiones y conflictos, sino también un amplificador a la hora de denunciar y ventilar determinadas injusticias a juicio de jurados y participantes.