Editorial. Conjeturas sobre el debate presidencial

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Cada vez que se celebra un debate se formulan las mismas preguntas: ¿quién ganó el debate? ¿Qué candidato fue capaz de hacerse con nuevas adhesiones? ¿Quién presentó las mejores propuestas? ¿A quién correspondió la mejor imagen en tanto que presidenciable? Interrogantes que suelen responderse de la misma manera: mi candidato. Se dice que los debates no acostumbran a generar nuevas adhesiones; casi nadie cambia sus preferencias por otras. Da la impresión de que esto mismo sucedió en el debate del domingo. Xóchitl, Claudia y Jorge probablemente no aumentaron el número de sus votantes, pero lo mantuvieron. Quiero decir que los ciudadanos se convencieron de que su candidato es el mejor, que no es necesario apostar por otro, que es el más competente.

Claudia fue Claudia, sin variaciones ni sorpresas, ordenada y disciplinada, sonriente y fría, impasible por momentos, apegada a los logros de la 4T de López Obrador al que siempre tuvo presente, sobre cuyas políticas quiere construir un segundo piso. Más difícil lo tuvo Xóchitl Gálvez, sobre todo al considerar su desempeño en el debate anterior. En esta ocasión se mostró solvente, segura y firme, denunciando las debilidades de la candidata de la alianza Sigamos haciendo Historia. Los seguidores de Gálvez confirmaron que tienen candidata, que es competitiva y no se arredra, llena de confianza en su proyecto y en ella misma. Brilló Xóchitl sin oscurecer a Claudia, pero exhibió personalidad y carácter, convicción y pasión. Lo mejor que logró fue disipar las dudas de sus posibilidades hacia el 2 de junio para ganar la presidencia entre sus seguidores más escépticos. Máynez se dirigió al sector que considera que más le conviene, los jóvenes. Pero le falta concreción y claridad, capacidad de seducción y convencimiento en su proyecto. Animó el debate pero no consiguió movilizar un voto apático y desinteresado hasta el momento en el proceso electoral. Se necesita algo más que sonrisa y buenas intenciones para ganar votos.

Las tertulias y comentarios durante el posdebate se centraron en definir al vencedor. Se antoja irrelevante declarar un triunfador si no gana más adhesiones que aquellas con que comenzó el debate. Todo indica que ningún candidato ganó nuevos votantes, pero tampoco dejó escapar los que ya traía. Lo demás, el ganador y el perdedor, carece de sentido electoral aunque sea interesante para una conversación de café.

En términos futbolísticos puede decirse que Xóchitl batió al imbatible equipo de Claudia, que ese aparente triunfo reafirmó a sus simpatizantes, que la pírrica victoria exhibió debilidades del contrincante. Pero los aficionados del equipo imbatible saben que, a pesar de la derrota en caso de que se haya dado, el equipo imbatible lo seguirá siendo por lo que se aferran más a él sin que ninguno de sus seguidores dude de la victoria final.

El debate midió fuerzas antes que propuestas, acusaciones antes que convicciones, denuncias antes que proyectos. Un encuentro destinado a confrontar personalidades y temperamentos. Cada quién sacó sus conclusiones. Ningún candidato desmereció la cita. Ningún candidato ganó. Ningún candidato perdió.

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