Aparecen de pronto individuos excepcionales que dotan por sí mismos a su contexto de nueva significación. No siempre son revolucionarios aunque inician verdaderas revoluciones. Individuos complejos y contradictorios, a menudo inteligentes o temerarios o ambas cosas, que se ponen el mundo por montera y de repente lo transforman. Las rebeliones culturales e intelectuales quizás sean más discretas que las políticas y sociales, pero acostumbran a ser más decisivas a largo plazo. Quizás no alteran en lo inmediato la composición y el orden de una comunidad, pero modifican su sentido histórico que finalmente afecta a su composición y orden. Este sábado, 27 de abril, murió en Barcelona el filólogo más importante del hispanismo del siglo XX, Francisco Rico (1942-2024). Vanidoso y brillante, presumido y erudito, Rico fue un humanista que concentra todas las contradicciones del humanismo. Medievalista por elección, se movía con igual facildad en cualquier etapa de la cultura europea: desde los clásicos greco- latinos hasta los siglos de Oros, desde el siglo de las luces hasta la novela centro europea del siglo XX.
Dueño de un conocimiento inabarcable, ejerció un poder feudal, seguramente consecuencia de su temperamento medievalista, en los ámbitos culturales, académicos, literarios e intelectuales de España. Adoptado como enfant terrible por los poetas de la Escuela de Barcelona, Javier Marías lo convirtió en personaje de algunas novelas: Todas las almas (1989), Negra espalda del tiempo (1998) y Tu rostro mañana (2002-2007). Cuenta Marías que cuando se encontraba con elerudito, éste siempre le preguntaba si regresaba como personaje de su nueva obra. Le halagaba sentirse parte del universo de ficción de uno de los escritores más reconocidos de las letras en lengua española. También fue amigo de Andrés Trapiello apareciendo con frecuencia en la última entrega de El salón de los pasos perdidos (2023). Éste escribe que Rico en sus habitaulaes arrebatos de vanidad, espetaba a Marías y a él mismo: “Tengo ganada la gloria. No me hacéis falta”.
Para Rico, los mejores novelistas en lengua castellana son en este orden Miguel de Cervantes, Juan Benet y Javier Marías. La elección no puede ser más certera ni pertinente: el autor de la primera novela moderna y definitiva; el estilo sintáctico amplio y rebuscado lleno de subordinadas al servicio del detalle y el matiz; y finalmente la devoción por un ritmo rendundante y perezoso, demorado y sofisticado, con objeto de subrayar la importancia del lenguaje sobre la peripecia narrativa. “El diestro del diestro” o también, con ironía, “el siniestro del diestro” califica Marías a Rico, en alusión a Cervantes y su Quijote, al que dedicó buena parte de su vida intelectual hasta elaborar la mejor edición crítica.
Una de las luchas que mantuvo a lo largo de los años fue quitarse de fumar, que consiguió en los últimos años. Alguien le pidió que escribiera unas memorias o una autobiografía, a lo que respondió borgianamente: “he leído mucho, pero vivido poco”. Falta a la verdad en cuanto a “vivir poco” pero también en relación con “haber leído mucho”, puesto que leyó quizás demasiado sin dejar de vivir mucho o precisamente por eso.