Una de las actitudes más despreciables que se pueden ver en política es la de quienes lucran electoral o políticamente con la tragedia.
En esa actitud incurrió estos días el presidente de México cuando utilizó el lamentable asesinato de la candidata morenista a alcaldesa de Celaya, Guanajuato, Gisela Gaytán, para lanzarse contra el gobernador de esta entidad, Diego Sinhue Rodríguez, y contra el fiscal local Carlos Zamarripa.
Por supuesto que cuando ocurre un hecho delictivo cualquiera, y sobre todo cuando ocurre uno que impacta a la sociedad, es válido y hasta necesario cuestionar a las autoridades, y hacerlas rendir cuentas; pero el punto acá es la hipocresía con la que el presidente aborda el asunto, o para decirlo en palabras de Raymundo Riva Palacio, el problema es ese “doble rasero, cínico e indecente”. Esto, por al menos cuatro motivos:
1. El presidente utiliza un doble rasero porque ataca al gobernador y al fiscal del Estado de Guanajuato por la muerte de la candidata de Celaya, pero no hace lo mismo con los otros muchos casos de homicidios de candidatos que ha habido en diversos lugares del país durante este proceso electoral.
Su postura ciertamente es cínica, y además burda, porque no deja lugar a dudas de que su crítica no obedece al hecho mismo del homicidio, sino que lo usa como pretexto para atacar a un gobierno emanado del PAN, ya que en otros casos sucedidos en Estados gobernados por Morena no solo no hace la misma crítica, sino que incluso respalda y hasta justifica a esas autoridades.
Y vaya que ha habido otros casos. De hecho, el actual es el proceso electoral más mortífero que hayamos tenido. La organización Laboratorio Electoral ha computado 27 homicidios de candidatos en lo que va del proceso electoral, y eso que todavía faltan dos meses de campaña. Y no solo eso, sino que también ha habido otros 24 asesinatos de personas relacionadas con los comicios, como dirigentes partidistas, operadores, regidores, etc., para sumar la escalofriante cantidad de 51 muertes por violencia política.
La mayoría de estos homicidios han ocurrido en Estados como Guerrero, Veracruz, Michoacán, y Chiapas, en los que se han asesinado a 12, 8, 7 y 4 actores políticos, respectivamente. Es decir, en estos cuatro Estados, todos gobernados por Morena, ha ocurrido el 60% de los homicidios políticos de este sangriento proceso electoral. Ninguno de estos casos ha movido al presidente a criticar a sus gobernadores morenistas, o a alguno de los fiscales de esas entidades.
2. El presidente es indecente también por su falta de empatía, porque sale a declarar en contra del gobernador y del fiscal de Guanajuato, en un momento en el que la sociedad estaba consternada por el homicidio de la niña Camila, en Taxco, Guerrero, lo que derivó en el posterior linchamiento público de sus supuestos homicidas. Nada de este trágico evento mereció alguna crítica del presidente a las autoridades morenistas de ese Estado.
3. El presidente es cínico también porque bien sabe que la violencia desatada en Guanajuato obedece a una disputa por el territorio que viene desde 2018 entre el Cartel Santa Rosa de Lima, y el Cártel Jalisco Nueva Generación. El cinismo estriba en dos cosas, primero, en que el motivo de esta guerra entre cárteles es el negocio del huachicol, que ya se ha vuelto tan lucrativo como el del trasiego de drogas, pero que, para el presidente, es un fenómeno que ya erradicó; es decir, esos huachicoleros que el presidente dice haber acabado, son los responsables del asesinato de la candidata de Celaya; y segundo, porque al tratarse de crimen organizado, no es al gobierno del Estado al que legalmente le corresponde enfrentarlo, sino justo al gobierno federal que encabeza López Obrador.
4. Por último, y para acabarla de amolar, la postura presidencial también tiene visos de ignorancia, porque dirige su crítica al fiscal del Estado, cuando no es a este funcionario al que le corresponde evitar los delitos, sino investigar y llevar ante la justicia a los culpables de los delitos ya cometidos; es a la policía preventiva -en este caso a la Guardia Nacional- a la que le corresponde cuidar que no haya delitos, no a las fiscalías. Así, las quejas del presidente exhiben un conveniente desconocimiento de cómo funciona el entramado institucional de la seguridad pública, y cual es el tramo de responsabilidad de cada una de sus instituciones, pero exhiben sobre todo -insisto- cinismo, doble rasero y ruindad.