El Viernes Santo en Filipinas fue testigo de una impresionante y sangrienta recreación de la pasión de Jesucristo, con las crucifixiones de varias personas como el punto culminante de la celebración en el barrio de San Pedro Cutud, provincia de Pampanga. Entre los participantes destacó Ruben Enaje, quien emuló la pasión de Cristo por trigésimo quinta vez, a pesar de haber prometido retirarse el año anterior. Esta tradición, que sobrevive en varios pueblos de Pampanga, atrae a miles de espectadores cada año.
Alrededor de 20 mil espectadores presenciaron la sangrienta representación de la pasión de Jesucristo en Filipinas, donde la estrella indiscutible fue Ruben Enaje, un carpintero que, a sus 63 años, decidió continuar con la tradición por trigésimo quinta vez. La recreación de la crucifixión se llevó a cabo en el barrio de San Pedro Cutud, en la provincia de Pampanga, a unos 80 kilómetros de Manila.
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Ruben Enaje, también conocido como el «Cristo de Pampanga», permaneció clavado en la cruz durante aproximadamente 10 minutos, junto con otros participantes en el vía crucis. Después de su martirio, Enaje expresó su deseo de que ningún filipino pasara hambre, especialmente en un momento de dificultades económicas exacerbadas por la inflación de los alimentos.
A pesar de haber afirmado el año anterior que sería su última crucifixión debido a su edad y dificultades físicas, Enaje continuó con la tradición por solicitud de los organizadores, quienes encontraron en él al candidato idóneo para el papel principal. Desde su primera participación en 1985, Enaje ha mantenido su compromiso con la representación de la pasión de Cristo, una tradición que considera un acto de devoción y agradecimiento por una supuesta intervención divina que lo salvó de un accidente grave.
Además de Enaje, otros hombres en la provincia de Pampanga asumieron el papel de Cristo y sufrieron el vía crucis, mientras que entre 5 mil y 10 mil personas se flagelaron durante las celebraciones del Jueves Santo y el Viernes Santo, buscando redimirse de sus pecados y obtener ayuda divina.
Estos rituales extremos, aunque no cuentan con la aprobación de las autoridades clericales, forman parte de las celebraciones de Semana Santa en Filipinas, un país de mayoría católica que conserva estas tradiciones como parte de su herencia cultural, aunque surgieron en la segunda mitad del siglo XX, después de la colonización española y durante el período de independencia del país.
Filipinas, un país mayoritariamente católico en Asia, celebra la Semana Santa con rituales extremos que incluyen crucifixiones y flagelaciones, como parte de su herencia cultural y religiosa. Aunque estas prácticas no son respaldadas por las autoridades eclesiásticas, continúan atrayendo a miles de fieles y espectadores cada año.