El hecho de que los tres candidatos a la presidencia iniciaran sus campañas con atención especial al combate a la inseguridad revela una situación de emergencia nacional. Todo indica que este asunto ocupará un lugar central en discursos y encuentros públicos. Al menos, no evaden la realidad como cada día la evade Andrés Manuel López Obrador. Incluso Claudia Sheinbaum presenta un interesante programa que revela que, después de todo, el presidente está más preocupado de lo que aparenta. La seguridad es prioridad ante un México asolado por el crimen organizado, arrasado por la muerte, prisionero de furiosa violencia. La extorsión y el cobro de piso regulan la vida cotidiana de los ciudadanos ante la inacción de las fuerzas de seguridad. Las propuestas de las candidatas de Sigamos haciendo Historia, de Fuerza y corazón por México y de Movimiento Ciudadano informan la necesidad de enfrentar el problema desde el principio del proceso electoral. Un comparativo entre las medidas de cada alternativa política muestra diferentes estrategias para alcanzar la pacificación. Unas se antojan más adecuadas que otras, más centradas y elaboradas, más pertinentes. De lo que no hay duda es que sin excepción han dedicado trabajo y esfuerzo a este problema, que han sido aconsejados convenientemente por especialistas. Las propuestas subrayan elementos distintos en cada caso exhibiendo distintos aspectos sobre los que fundamentar el combate en contra de la inseguridad.
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Las propuestas de Jorge Álvarez Máynez son las más flojas. Insiste en recomponer las fuerzas de seguridad como si nuevas atribuciones las volvieran eficientes. Quizás su aportación distintiva sea legalizar el consumo de drogas y la intervención el gobierno en la producción, proceso y comercio. La legalización del consumo es un aspecto cuya necesidad lleva tiempo reiterándose, pero no parece que México disponga de infraestructura y organización sanitaria eficiente para atender el problema social que implica esa legalización. Xóchitl Gálvez enfatiza los medios de combate a la inseguridad, centrándose en aumentar salario y prestaciones laborales, equipar y adiestrar a la policía estatal y municipal. Propone duplicar el número de integrantes de la Guardia Nacional y utilizar al ejército en labores de vigilancia. Sus propuestas básicamente consisten en apostar a las fuerzas de seguridad para intervenir en caso necesario. La mega cárcel es una propuesta cuestionable puesto que dentro de los muchos problemas de las cárceles uno decisivo reside en la corrupción de funcionarios y directores. Claudia Sheinbaum presenta las propuestas quizás más interesantes porque no subraya pero tampoco olvida la importancia del ejército, la Guardia Nacional y la policía. Insiste en la relevancia del poder judicial (jueces y fiscales) en el combate a la violencia. La idea es apropiada, pero para eso sería necesario una reforma a fondo de la judicatura que desde luego no resuelve su propuesta de que los magistrados de la SCJN sean electos mediante voto popular. No parece tampoco muy relevante convocar cada “mañana temprano” a una junta de seguridad si nos atenemos a los resultados de este sexenio. Si el fiscal general sigue siendo Gertz Manero, da igual si asiste o no a esa reunión puesto que la parálisis de la dependencia es su característica más reconocible.
Cada candidato aporta su particular manera de enfrentar la inseguridad y en todas las propuestas hay algo rescatable que invita al optimismo. Luces y sombras. Sin duda, unas son más viables que otras. A lo mejor los candidatos pueden aprovechar las diferentes iniciativas para elaborar un paquete de medidas acabado. De momento, la seguridad es prioritaria y los tres candidatos así lo entienden, lo que enmienda el discurso complaciente y ajeno a la realidad del presidente de México.