En un país tan convulsionado como en México, son muchas las profesiones de alto riesgo las que se desarrollan: así encontramos que desde el presidente, hasta el policía, el diputado, el senador, el abogado, el contador, el médico y un larguísimo etcétera son oficios que ya de por sí tienen un riesgo.
Ahora, al parecer, ser árbitro en la liga mexicana también se ha convertido en un deporte extremo por la “cultura” de los futbolistas de desaprobar y desacreditar cualquier decisión que se tome ya sea a favor o en contra de su equipo.
El árbitro representa la máxima autoridad dentro de un partido de futbol, sin embargo, en la muy querida Liga Mx, el respeto a ellos es cada vez menor. Atrás quedaron figuras como Armando Archundia, Arturo Brizio o Bonifacio Núñez, incluso me atrevería a nombrar nazarenos más recientes como Marco Antonio Rodríguez, que se ganaron el respeto a su investidura y lo hicieron de manera notable.
Alguna vez el ex presidente de la comisión de arbitraje en México, Arturo Yamasaki, me contó que la política de sus maestros era la cero tolerancia, no habría grito, desaprobación o gesto que quedara impune en el terreno de juego y de ser necesario “le metes la tarjeta entre las dos cejas”, según sus propias palabras, “para que entienda quien manda”.
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Es cierto que parece una sentencia anticuada y arcaica, pero que bien podría aplicar en nuestros días, pues hoy cualquiera se siente con derecho de hablar, gritar o manotear al silbante, sin tener consecuencia alguna y el día que les enseñan la roja y los reportan, entonces se hacen los ofendidos o los inocentes.
Lo sucedido con el defensa de Cruz Azul, el colombiano Willer Ditta, y el árbitro Marco Antonio Ortiz, no es nuevo, el problema viene cuando desde los mismos aficionados celestes justifican la acción de su zaguero, solo porque se trata de un árbitro que ha aplicado la tolerancia cero ante este tipo de reclamos.
Si bien Ortiz Nava no es la primera vez que se ve envuelto en un asunto similar, la realidad es que ha seguido una línea y eso hará que más temprano que tarde se gane el respeto a su investidura, claro, siempre y cuando sea constante con todos los jugadores y no solo con algunos, pues tenemos el caso de André Pierre Gignac quien parece gozar de fuero y aprovecha su condición para gritar y desaprobar visiblemente a todos los árbitros en la liga mexicana.
Los tres partidos de castigo a Ditta es justo por la forma en la que arremetió con el árbitro, ahora bien, interesante será también conocer que se dijeron porque si el silbante fue quien provocó al jugador, como algunos especulan, entonces caemos en el abuso de autoridad, un mal que también azota a nuestro México, pero que será tema de otra columna. Por lo pronto ¡qué la pelota siga rodando!