Futureo

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El análisis serio del futuro, de la prospectiva política, poco tiene que ver con el “futureo” al que generalmente recurren los menos avispados en estas épocas de contienda electoral. Resulta hasta divertido escuchar y enterarse como de un bando y de otro comienzan a repartirse rebanadas de un pastel que ni siquiera se ha horneado, posiciones de un gobierno que no se ha ganado, de una representación popular que espera aún la decisión del pueblo con su voto, que a final de cuentas, es lo que termina definiendo los resultados, incluso los de representación proporcional.

Este fenómeno que se repite desde quienes anhelan cambiar su destino con un triunfo electoral conveniente en la presidencia de la república, hasta la presidencia municipal más modesta, pasando por gubernaturas, senadurías y diputaciones tanto federales como locales, queda en la mayor de las veces en lo anecdótico, en las notas de color que sazonan la comentocracia y charlas de café; sin embargo, hay casos en los que perversos charlatanes explotan su cercanía, en algunos casos inexistente o simulada, con candidatas, candidatos, dirigentes y líderes, para sorprender o al menos intentarlo, solicitando apoyos, recursos a cambio de posiciones en el gabinete, en el gobierno, o bien, la asignación de obra pública, permisos, licencias, contratos e incluso, hay quienes venden candidaturas, todo ello dentro de un mundo de promesas que jamás podrán cumplir, pero que siempre encuentra ingenuos por seducir.

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En el ambiente político que envuelve al país, ya se escucha de estos casos, por lo que es recomendable recordar que el tráfico de influencias, más allá de su connotación legal, en esta etapa suele ser más una estafa que una acción de repercusiones previstas en la Ley general de responsabilidades administrativas. En la política, como en la vida, el camino fácil frecuentemente es falso, por ello, si alguien argumenta algo como: “si aportas al proyecto, te apuntan en la lista con una diputación”; “a mi cuate ya le dijo la candidata que va a ser el próximo secretario de …, y en cuanto llegue vemos lo de tus contratos, pero ahorita es el momento de apoyar con…”; “si nos apoyas con…, aseguras que te den obra para que multipliques lo invertido”; y así muchos ejemplos similares de oportunistas que abusan de la aspiración política o empresarial, o de la necesidad laboral de las personas que quieren creer, que desea sea verdad lo que les ofrecen.

En esto la lógica es muy fácil, si ya de por sí, es difícil creerle a un candidato, luego entonces mucho más difícil a quien ofrezca algo a su nombre y/o representación; por tanto, la cautela es obligada respecto a estos temas que bien pueden ser motivo de acuerdos, concertacesiones políticas, pero que generalmente se toman en el más alto nivel de decisión y solo por aquellos que pertenecen al war room (cuarto de guerra) y coordinación general de la campaña o equipo político.

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En política, quien respira, aspira y tal vez por ello es fácil encontrar un despistado que vea con agrado la posibilidad de tomar un atajo para posicionarse en un mejor nivel o bien debutar en la palestra pública. Igualmente, la desafiante circunstancia económica hace proclive al empresario a buscar, por los medios que sea, nuevas oportunidades de negocio que le permitan prosperar y, en muchos de los casos, rescatar o mantener a flote su actividad económica.

De la misma manera, la sombra del desempleo abre la posibilidad de encontrar con facilidad a personas ingenuas que, con la noble aspiración de encontrar trabajo o mejorar su actual circunstancia, dan hasta lo que no tienen para “amarrar una posición en el nuevo gobierno”, “para ser parte del equipo del senador, diputado o regidor”. En síntesis, no se debe permitir que se abuse de la necesidad de las personas, sin importar cuál sea su motivación.

Por todo ello, cuando se escuche a alguien que esté “futureando”, lo prudente es tomar el dato con reserva y respaldarlo, o debatirlo según convenga, en la charla política cotidiana que tanto se disfruta entre quienes un día sí y otro también, vivimos y dormimos pensando en la política, claro, sin llegar al extremo de grillar como gobernador, alegar como diputado y capotear como alcalde.
Carlos Tercero

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