Es lugar común oír que los pactos están para cumplirse cuando la realidad indica que los pactos están para incumplirlos. No hace tanto bastaba la palabra dada para aceptar una obligación, sin necesidad de firmar nada. En juego, el honor de la persona. La palabra honor algo tiene de anacronismo, pero no ha perdido su sentido asociado al deber. Es vocablo serio y grave y quizás esto mismo opera como limitante a la hora de usarla.
Firmar un acuerdo formaliza la palabra dada. No otorga más deber al compromiso pero añade legitimidad. Lo que ha pasado estos días sobre el acuerdo entre PAN y PRI ilustra varios asuntos sobre la manera de entender el compromiso y los acuerdos políticos. El mensaje en X de Marko Cortés dando a conocer los tratos con el PRI a propósito de haber conseguido la gubernatura en un Estado muestra la altura de la política mexicana.
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Después de hacerse público el obsceno acuerdo, Cortés todavía no entiende dónde está el error de darlo a conocer. Esta ceguera es indicativa de la falta de sensibilidad, de los muchos acuerdos firmados con condiciones semejantes, de la indiferencia de los partidos hacia la sociedad que pretenden gobernar.
La publicación del documento sólo se pudo realizar si Cortés estaba bebido, se había metido algo o, de plano, es inepto. Todo indica lo último. Debió de hablar con Alito Moreno para reclamarle el incumplimiento de lo acordado, pero nunca sacarlo a la luz. Pero qué se puede esperar de un partido que lo primero que transgrede son sus propios estatutos y reglamentos a conveniencia de la dirigencia como cuando otorgaron la candidatura a la presidencia en 2018 a Ricardo Anaya. Qué expectativas puede generar una formación política que renuncia a su ideario por unos cuantos votos ahora defendiendo la ideología de género.
El error de Cortés es resultado de un cúmulo de excesos que ya no le permiten, si alguna vez lo hizo, mirar de frente a la realidad de los ciudadanos. El documento revela que pactaron con el PRI repartirse notarías que nada tiene que ver con lo político, direcciones universitarias cuando las universidades son autónomas, puestos en el instituto estatal de transparencia cuando es órgano independiente.
No fue un acuerdo sino un registro de despropósitos en que lo único importante son fuentes económicas y de influencia que sólo benefician a la dirigencias de los partidos. Esto son en la actualidad los partidos políticos mexicanos: empresas que dan la espalda a la sociedad para enriquecerse con el pretexto de servir a la sociedad. Tan responsable Cortés como Alito. Ayer en la mañana López Obrador disfrutó como pocas veces denunciando el pacto. Marko Cortés en otro arrebato de no saber estar y de estupidez contestó en X que el PAN es transparente no como Morena. Lo que es transparente es la incompetencia del dirigente conservador. Muchos de los acuerdos no sólo no debieron registrarse sino que ni siquiera debieron negociarse.
Marko ha hecho la campaña a Claudia Sheinbaum. Xóchitl ya no podrá hablar de honestidad, integridad, generosidad, sacrificio, servicio. No podrá rebatirle a Sheinbaum en los debates. Ha perdido todo discurso. No puede distanciarse de PAN y PRI porque se debe a ellos como muestra su equipo de campaña. Cortés debería dimitir después del daño irreparable que ha hecho a la campaña de la candidata del Frente y al PAN. Eso también es un acuerdo, pero en política los acuerdos están para romperse.