La Movida madrileña de los ochenta del siglo pasado es considerada epítome de la libertad tras la dictadura. En realidad, fue un movimiento excepcional en su ímpetu y efervescencia pero en deuda con otros anteriores que entonces no hubieran podido fraguar en la capital de España. Todas las circunstancias de Barcelona en las décadas de los sesenta y setenta invitaban a una revolución cultural, opuesta al statu quo dictado desde los despachos del Palacio del Pardo. Cosmopolita y plural, abrazada al mundo por el Mediterráneo y a Europa por La Junquera y Port-Bou, la Ciudad Condal no se resistió a los vientos de fronda que soplaban al otro lado de los Pirineos.
La Escuela de Barcelona había iniciado en los años cincuenta una revuelta silenciosa en lo literario, a espaldas de la rancia literatura mesetaria y nacional, que la ubicó como factor de transformación impulsada por la editorial Barral, luego Seix-Barral, y los premios Formentor. El grupo integrado por Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, Alfonso Costafreda, José Agustín Goytisolo, Jaime Ferrán, abrió las puertas a novísimas corrientes y tendencias censuradas manu militari en el resto de la península.
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Ya en los sesenta, operó como núcleo que visibilizó la Gauche Divine o izquierda divina o izquierda caviar, que aglutinaba a intelectuales de izquierda procedentes casi siempre de familias de la burguesía catalana. A este origen se debe un aristocratismo extraño a la Movida. Ya no eran escritores en exclusiva, sino que se sumaron pintores, escultores, fotógrafos, publicistas, cineastas, cantautores, editores, marchantes.
Un amplio espectro artístico que coincidía preferentemente en la discoteca Bocaccio propiedad de Oriol Regàs, situada en la calle Muntaner nº 505, cerca de la calle Tuset conocida como Tuset Street haciendo gala de un temperamento moderno y liberal. En su interior se encontraban, además de miembros de la Escuela de Barcelona, los jóvenes Terenci Moix, Ana María Moix, Rosa Regàs, Félix de Azuara, Óscar Tusquets, Ricardo Bofill, Oriol Bohigas, Guillermina Motta, Raimon, Joan Manel Serrat, Xavier Miserachs, Oriol Maspons, Jorge Herralde, Esther Tusquets, Beatriz de Moura, Gonzalo Suárez, Román Gubern, Eugenio Trías, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, José Donoso. Colita se paseaba por los espacios de Bocaccio con “un sombrero de cura en forma de teja”.
Antes de que se inaugurara la boite frecuentaban el Gambrinus, el Jazz Colón, el Texas, la Bodega Bohemia y el Cádiz. El nombre Gauche Divine se debió al periodista Joan de Segarra quien bautizó al movimiento en un artículo publicado en la revista Tele/eXprés en octubre de 1969.
La fotógrafa Isabel Steva Hernández, más conocida como Colita, murió el último día del 2023, el 31 de diciembre. Su quehacer profesional se desplegó en variedad de ámbitos: desde el flamenco hasta el retrato, desde discografías hasta la Nova Cançó, desde el reporterismo hasta la dirección de una colección de novela negra para la editorial Tusquets, administrada por su amiga Carmen de Moura.
Sobresalió al registrar en imágenes la vida cotidiana de los gauchedivinos, reuniendo el archivo más completo y exhaustivo de una atmósfera significativa para la causa de la libertad, antecedente inmediato de la popular y mitificada Movida. Sus instantáneas se inscriben en un periodo en que apretar el disparador era una rebeldía. Colita no sólo documentó la Gauche Divine, sino que intervino de manera decisiva en su carácter y expansión. Autora de numerosos libros, quizás conviene registrar Habanera (1972), Luces y sombras del flamenco (1973), Guía secreta de Barcelona (1974), Arranz Bravo y Bartolozzi en su laberinto (1982), El Ensanche de Barcelona (1982), La gauche divine (2000). Con la muerte de Colita no sólo se pierde a una protagonista perentoria de años excitantes al servicio de la democracia posterior, sino también un pedazo de historia en que una juventud avivada cambió Barcelona a través de la cultura a contrapelo de todo tipo de obstáculos políticos, sociales y morales.