Van pasando los días y el recuerdo de un amigo sigue presente en mi memoria. Sigo esperando sus mensajes o su llamada para platicar de lo que está pasando en Acapulco, que me cuente cuál es la nueva idea que tiene para su participación en el proceso electoral del 2024. Pasaron solo unos días y no puedo terminar de creer que fue lo que pasó.
Habíamos hablado de las campañas anteriores, de las cosas que se habían hecho y de cómo se tenía que hacer la nueva estrategia para que se afianzara como una opción a la diputación federal, y si las cosas se acomodaban, por qué no, pensar en la Presidencia Municipal.
La relación mía con Ricardo era mucho más que la de un asesor o un consultor. Construimos desde 2012 una amistad fraterna, con cercanía familiar donde compartimos más que momentos de trabajo. Conocí al ser humano que está detrás del político, pude aconsejar y él atender el consejo para ayudarlo a crecer en varios aspectos, lo cual me llena de satisfacción.
Como buenos amigos, nos decíamos las cosas como eran, y no siempre teníamos que estar de acuerdo en todo, no estuve de acuerdo en la forma en que se fue del PRI, se lo dije muchas veces, también le dije que su entrada a Morena no era cosa fácil, pero que ya estando dentro, tenía que luchar con todo por ganar espacios.
Ricardo es de los seres humanos que superan la confusión y se crecen a la adversidad. Muchos con su historia de vida habrían sucumbido y desviado el camino; siempre es más fácil ir por el camino corto que emprender el arduo.
A “Taja” le gustaban los grandes retos, ir contra corriente era parte de su forma de ser, nadie le regaló nada y siempre se caracterizó por dar batallas épicas en lo político y en lo empresarial.
Hombre de mil amigos, decía: “Brooo, soy millonario, tengo amigos y esa es mi riqueza, esa no la cambio por nada”. Y sí, era un ser agraciado con la amistad de muchísima gente de todos los estratos y niveles. Desde los que limpian vidros en los semáforos con quienes podía convivir, hasta los personajes de más peso económico y político de México, con todos podía tener trato y a todos podía escuchar.
De ese amigo mío solo tengo hoy buenos recuerdos. Compartimos curul en la XL legislatura, corrimos juntos decenas de kilómetros, jugamos partidas interminables de varios deportes y cruzamos mil palabras y planes.
Lo vi quitarse el pan de la boca para compartirlo con un desconocido, lo vi emprender la titánica tarea de poner comedores comunitarios durante la pandemia, lo vi recorrer cada centímetro de su Acapulco querido y ayudar a quien se lo pedía, desde surtir una receta médica, entregar un tinaco, pagar una operación, comprar un uniforme deportivo, hasta escuchar a una madre desolada por la pérdida de un hijo.
Lo escuché muchas veces hablando de sus hijos, del orgullo de quien salía a estudiar al extranjero, del potencial de quien juega como los mimos profesionales pádel, de la hiperactividad del más pequeño; sin duda fue un padre amoroso y muy cariñoso con sus hijos y claro, con mi paisana a quien amaba sobre todas las cosas.
Hoy mi amigo Taja ya no está, ya no habrá pláticas y planes, ya no habrá quien esté dispuesto a hacerlo todo por tener un mejor Acapulco, ese era su mejor plan de vida, que Acapulco fuera un lugar seguro, un lugar donde la gente pudiera salir de su casa con la certeza de saber que regresaría, lo que él mismo no pudo hacer el pasado 21 de diciembre cuando salió de su casa prometiendo regresar a cenar.
Amigo mío, Descansa en Paz, ya nos encontraremos.