Sr. Guillermo Sheridan, eso sí que sí

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Hace un año sr. Sheridan o ciudadano Sheridan o primer humorista del país o eximio escritor
de México denunció el plagio de la tesis de licenciatura de la sra. Yasmín Esquivel.

Las explicaciones que dio el editor de Letras Libres a Ciro Gómez Leiva se inscriben en las
estupideces habituales de este grupo: “una mañana, en la sede de la revista, ciudadano Sheridan
oyó hablar a la sra. Esquivel y se preguntó ‘¿cómo puede esta señora ser doctora?’” (Como si
no hubiera oído hablar a Enrique Krauze).

La anécdota es aceptable como boutade, pero se antoja inverosímil porque el ciudadano ejemplar lleva ausente del país veinticinco años. La mentira y la manipulación son recurso cotidiano de esta patulea. Más probable es que sr. Sheridan hubiese operado a su manera habitual de mozo de otros intereses. El escándalo se propagó a velocidad, nutrido con artículos e intervenciones en radio y televisión
convenientemente administrados.

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El lic. Enrique Graue, rector entonces de la UNAM, proclamó con su frivolidad usual: “nadie puede cuestionar la integridad y la honestidad de la institución”. Con integridad y honestidad el oftalmólogo desalojó la rectoría de la Universidad dejando la resolución de la integridad y honestidad a su sucesor. Nada se sabe de momento
sobre el resultado del análisis de la tesis de la sra. Esquivel encomendada a una bizarra
comisión de ética integrada por algunos miembros nada éticos.

Pero se conocen reiteradas transgresiones de ciudadano Sheridan a sus compromisos profesionales.
Se publicaron denuncias documentadas con lujo de detalle del trato de favor que recibe
ciudadano Sheridan de las autoridades de la UNAM, que perfilan la imagen de un investigador
asiduo a la trampa auspiciado por la impunidad que le otorga la institución. El sr. Sheridan
siempre ha sido devoto del poder que lo ha cobijado, protegido y promovido en todas las
ocasiones sin otra causa aparente que su servilismo bajo apariencia de disidencia.

Dos reportajes de la revista Polemón (enero y diciembre de 2023) acreditan las infracciones
sistemáticas del sr. Sheridan al reglamento universitario y al del Sistema Nacional de
Investigadores. La flagrancia es irrelevante en términos institucionales. Lo sorprendente es que
alguien que debería ocultar su bochornosa vida profesional denuncie las faltas de otros en
contra del mínimo decoro. Impunidad, desde luego. Pero también algo de patología.

Estas actuaciones de sr. Sheridan recuerdan al niño buleado que en la vejez se venga de su infancia
buleando a los demás; esa sórdida niñez en que se ingresa como lobezno en los Boy Scouts
con objeto de adquirir vigor, disipar perplejidades y silenciar rumores. Pero la devoción de sr.
Sheridan por el acoso irrumpe ya en una juventud significada por un temprano amargor que se
traduce en caricaturas de colegas y trabajadores del Instituto de Investigaciones Filológicas,
recibidas como piezas cómicas cuando son testimonio de rebuscados resentimientos.
Sr. Sheridan no es académico.

Es un individuo que vive muy bien de la academia a condición de no pisarla. El hecho de que las autoridades universitarias ofrezcan trato ilegítimo de excepción a ciudadano Sheridan sólo se debe a que lo quieren muy lejos de Ciudad Universitaria porque se comporta como un bully. Todo esto es un gran fraude a la sociedad
perpetrado por la UNAM a costa de los impuestos de los mexicanos. La institución no puede
justificar la permanencia de ciudadano Sheridan desde hace un cuarto de siglo. Su presencia
sólo corrobora la corrupción institucional. Con su inicua y triste arrogancia escribía sr.
Sheridan: “poner en riesgo el prestigio de la UNAM, eso sí que no”. Pues todo indica que “eso
sí que sí” debido a los bríos de la Universidad en normalizar lo inaceptable.

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